DE AL-QANATIR AL PUERTO. Isla Cartare (VIII)
1 Copia de comienzos del s. XVI de la Carta-puebla que Alfonso X otorgó
a nuestra ciudad. Archivo Municipal. / Foto,
Centro Municipal de Patrimonio Histórico.
Hoy, 16 de diciembre de 2014, El Puerto de
Santa María cumple 733 años. Tal día como hoy de 1281, Alfonso X otorgó,
rubricada en Sevilla, la carta-puebla fundacional de la ciudad que hoy
habitamos, su ‘partida de nacimiento’; de la que el rey en ella decía: “…el
Puerto que llaman de Santa María, que solía haber nombre Alcanatín en tiempo de
moros, que es entre Xerés y la ciudad de Cádis, y tiene de la una parte la
Grand Mar que cerca todo el mundo y que llaman Océano, y el gran río de
Guadalquivir, y de la otra el mar Mediterráneo y el río de Guadalete, que son
dos aguas dulces por donde vienen grandes navíos, es lugar más conveniente que
otros que nosotros sepamos ni de que oyésemos hablar para hacer noble ciudad
”. Toda una declaración de principios del monarca a un lugar que bien conoció y
por el que sintió verdadero afecto. Fue la última carta-puebla que en vida
firmó.
2 Localizaciones de las 13 alquerías andalusíes en el término portuense.
En verde, la aldea de Al-Qanatir.
La definitiva conquista y repoblación alfonsí
de las aldeas andalusíes que poblaron las tierras del actual término portuense,
que fueron parte de Cádiz hasta 1272 y de las que hicimos memoria en anteriores
entregas (ver nótulas 2.294 y 2.308),
se llevó a cabo en 1264, salvo las casas y solares de Al-Qanatir, que serían
repartidas en 1268 a 300 repobladores.
Pero al paso de nueve años, en septiembre de 1277, la recién poblada villa de
Santa María del Puerto fue atacada y asolada por huestes benimerines
procedentes del norte de África, al mando de Abu Yusuf Yaqub,
hijo del emir meriní.
Tras
la desolación, el rey
decidió en 1281 avivar en la carta-puebla una nueva repoblación y marcar las
bases económicas para el desarrollo de la villa, otorgando concesiones y
privilegios a quienes se asentaran en su solar –extranjeros incluidos- y
eximiéndoles del pago de impuestos. También se fijó su gobierno bajo la
autoridad de alcaldes de la villa y del
mar y un juez, se marcó su término municipal –grosso modo el actual- y, entre otras reglas, para el correcto
abastecimiento de la población se establecieron mercados los miércoles y sábados y ferias a celebrar
al comienzo de la Cuaresma y en octubre.
3 Alfonso X el Sabio representado en las Cantigas de Santa María, en su
corte.
Otros
privilegios otorgaría el monarca en marzo de 1283 –un año antes de fallecer-,
con el Guadalete como principal activo del porvenir de la población: “Por hacer bien y merced a los pobladores del
Puerto de Santa María, y porque se pueble mejor el lugar, tengo por bien que
todos los bajeles cargados que pasaren por el río de Guadalete para ir a Xerés
que se descargue y el tercio, también de vianda como de madera o de otras cosas
que ellos mester hubieren”; “mando a
todos los marineros mercaderes que por í pasaren que descarguen y el tercio de
lo que llevaren en sus bajeles, y que lo vendan y también de vianda como de las
otras cosas.”
4 Figuración de barco del siglo XIII en las Cantigas.
Ciertamente,
en el río y por el mar le llegó al Gran
Puerto de Santa María –como Alfonso X también tituló a la población- el
esplendor comercial que conoció la villa durante toda la Baja Edad Media y la
Edad Moderna. Pero los pilares de su desarrollo –el aceite, trigo y vino de su
fértil campiña, las vías comerciales abiertas y conocidas de antiguo, los
avezados marineros, pescadores y carpinteros de ribera, la imprescindible sal
de sus inmensas salinas, la piedra de las canteras de San Cristóbal, el agua de
los manantiales de La Piedad…- se cimentaron mucho tiempo atrás.
LA ANDALUSÍ AL-QANATIR
5 Inscripciones islámicas sobre mármol de Al-Qanatir.
Fue Santa
María del Puerto heredera de la alquería andalusí que ya en el siglo X, en
tiempos del próspero califato de Córdoba (929-1031), se había establecido en la
ribera del wadi Lakka, dependiente en
su fiscalidad y administración de Saris (Jerez),
la capital de la cora de Sidonia hasta la conquista castellana. A
su vez, Al-Qanatir fue sucesora del Portus
Gaditanus que Balbo el Menor fundó a fines del siglo I a.C. y del Portum tardorromano y bizantino (ver nótula 2.000 de Gente
del Puerto). Su ubicación a
orilla del Guadalete y de la bahía de Cádiz, estratégico puerto de comunicación
entre continentes, propició que Al-Qanatir fuera la única alquería de las trece
que existieron en el término portuense que ha perdurado hasta nuestros días.
Del urbanismo
de la alquería andalusí destacaremos aquí y ahora dos elementos
arquitectónicos: su muralla y la mezquita, de las que a continuación haremos
memoria.
La muralla almohade
En 1993, el Museo Municipal excavó en linde a
la calle Ricardo Alcón (hoy Centro de Salud ‘Federico Rubio’) un tramo de la
cimentación de la muralla (14 m de largo
por 2’5 m de anchura) que circundó Al-Qanatir, y a ella adosada al exterior una
torre defensiva (4’5 m x 2’5 m). La muralla, construida en sus paramentos con
piedra arenisca y ostionera y al interior de mortero de cal y arena con
guijarros y fragmentos de ladrillos, ha de datarse, según informaron
arqueólogos medievalistas, en algún momento del periodo en que los almohades
dominaron al-Andalus durante cuatro décadas (1172-1212), coetánea a la Giralda
de Sevilla.
6 y 7 La cimentación de la muralla excavada en Ricardo Alcón en 1993. Abajo su
planta en dibujo. / Museo Municipal.
Este lienzo exhumado y otros eran conocidos de
antiguo. De hecho, en el Libro del
Repartimiento alfonsí (1268) se mencionan –con la voz de pared y paredes- en varias partidas
del reparto, mencionándose el frente de la muralla donde se excavó en éstas: “Comiença otra tabla de fuera del valladar e
de la cárcava, del majuelo de Pero
Ganzana fasta el cabo [extremo, esquina] de las paredes.”; otra tabla
“cerca la noria en los espinos, de los
solares que están en las espaldas de la casa de Pero Ganzana, la carrera del
pozo en medio, de parte de Xerez, en el prado, como van al pozo hasta la pared que está levantada.”; y “Copo la punta entre las dos carreras en cabo
del valladar del majuelo de Pero Ganzana con el corral y el figar, que está de
fuera del valladar, y con los dos de dentro de las paredes sobre sí, que son
cuatro solares para cuatro moradores, para hacer casas”
Esa cárcava
citada era el curso de agua que documentos de comienzos de la Edad Moderna
llamaban arroyo de la Zangarriana,
que transcurría –y aún transcurre en el subsuelo- desde su nacimiento en la
finca El Caracol del cerro de la Belleza, a cuyo pie se asienta la ciudad. Y es
preciso el documento alfonsí, porque una cárcava más que un arroyo debió ser el
aspecto que presentaría su cauce en tiempos de fuertes lluvias, un torrente de
agua bajando por la hoy calle Ganado para desaguar, por la plaza de la
Herrería, en el Guadalete. Esta vía
fluvial –una frontera natural- determinó el trazado urbano –su límite norte– de
las villas andalusí y cristiana, y también la del Puerto Gaditano. En 1735 se procedió a canalizar su curso bajo
tierra en la obra, reformada en varias ocasiones, que llamaron Caño de la Villa.
8 El Caño de la Villa, antiguo curso del arroyo de la Zangarriana,
cuando apareció al hacerse obras en los 60 frente a la plaza de la Herrería. / Foto, Archivo Municipal.
La presencia de la muralla medieval en Ricardo
Alcón –la antigua calle del Muro y de
la Tripería (por el Matadero público que aquí existió hasta 1699, con acceso
desde Ganado)- se puede rastrear en el Archivo Municipal. Así, el Cabildo
acordó en 1641 “reparar el muro de la
calle de la Tripería” (empleándose en ello diez carretadas de cantillos,
nueve de ripios, arena y ocho cahíces de cal). Y en 1698, un vecino adquirió al
municipio el solar para edificar en él: “se
aplican 200 reales que dio Juan Rendón, por un pedazo de sitio y muralla propio de la
ciudad en la calle de la Tripería, linde de sus casas.” Lienzo de
muralla que aún era visible en 1764, según anotó el historiador Anselmo Ruiz de
Cortázar, y subsistía en 1880, en testimonio de Joaquín Medinilla: “todavía se conservan restos de estas
murallas en la calle Jesús de los Milagros casa sin número junto al uno [frente
a la plaza de la Herrería], y en la del
Correo, antes Muro, en la casa donde están los graneros del señor Camacho”;
inmueble éste, más abajo del tramo excavado, entre Nevería y Larga, donde
ciertamente se conserva en 2’5 metros de altura el lienzo de la muralla, como
muy probablemente suceda en otros inmuebles en todo el perímetro de su
recorrido, enmascarados bajo la cal y los repellados de las fachadas.
Es singular la mención en el Libro del reparto
en dos partidas a cruces dispuestas
en las paredes de la muralla: “otra tabla como van al Pozo Santo, hay calle
hasta la pared, que está la cruz en el canto” (en un ángulo o esquina de la
muralla); “…hasta la plazuela otra, donde
está una cruz en la pared”. Cruces que parecen marcar la sacralización,
desde los primeros momentos de la ocupación cristiana de Al-Qanatir, de una
construcción –el cerco de la villa- levantada por moros.
9 Reconstrucción ideal de Santa María del
Puerto a fines del siglo XIII, con el recorrido de la cerca y el arroyo de la
Zangarriana (que en castellano viejo es decir de la Tristeza o, en su acepción
andaluza, de la Borrachera).
El trazado del recinto amurallado transcurría
calle del Muro abajo hasta la plaza de la Herrería, espacio público de antigua
ocupación (así era nombrado en el siglo XV) donde seguramente se hacía la venta
pública del pescado, al igual que arriba de Muro, como hoy, el mercado público
de carnes, frutas, hortalizas y verduras; continuaba a orilla del río por Jesús
de los Milagros, acera izquierda, hasta la mezquita (Castillo de San Marcos);
subía por la calle Pozuelo para torcer
por Pagador y en línea recta hasta Santa María y su prolongación con Ricardo
Alcón.
Aquí, en la unión de La Placilla con San
Bartolomé muy probablemente se abriría una de las puertas del recinto y al
exterior se emplazaría el Mercado público, donde hoy sigue, al menos desde que
Alfonso X lo mandó establecer en la carta-puebla. Otra puerta habría en Ricardo
Alcón en su cruce con Larga, que de siempre fue el acceso al camino de Jerez, y
una más abajo, frente a la plaza de la Herrería e inmediata al río. Otra puerta
pudiera haber estado arriba de la calle del Palacio, la que de muy antiguo
llamaban calle del Arco, y otra abajo,
con salida al río.
10
Materiales culturales de Al-Qanatir: 1-
Jofaina esmaltada en blanco. 2- Jarrita de paredes finas de dos asas y
decoración bruñida. 3- Candil de piquera decorado con vidriado verde. 4- Ficha
de ajedrez o palmatoria. 5- Dirhem de plata. 6- Fragmento de flauta facturada
en hueso.
Postigos en los lienzos de la muralla (los boquetes que llaman en Jerez) también
debieron de existir, abiertos a fines de la Edad Media o comienzos de la
Moderna, cuando la ciudad comenzó a expandirse al exterior del viejo recinto
almohade, cuyos lienzos serían paulatinamente derribados o incorporados y
camuflados en las fachadas de las nuevas viviendas. La huella de un postigo se
encuentra en la rinconada de la calle Santa María, donde existe un a modo de
pasillo o túnel que desemboca en la calle Vicario (donde durante la primera
mitad del siglo XX estuvieron las tabernas El Túnel y Las dos calles).
11 Inscripción cúfica de la mezquita de
Al-Qanatir en el Castillo de San Marcos: AL-ABULKU LILAHI
(EL REINO ES DE DIOS); en foto de abajo. / Foto, J. J. López Amador.
La mezquita
El espacio que ocupa el Castillo de San
Marcos, elevado en un pequeño cerro sobre la orilla del Guadalete, siempre fue
el lugar más destacado –y sagrado- de las tres poblaciones que se levantaron en
su solar: Portus Gaditanus, Al-Qanatir y Santa María del Puerto. Balbo estableció aquí y en su entorno las
principales infraestructuras del puerto comercial de Gades. Los musulmanes, sobre él, la mezquita principal de la
población, que es decir su centro espiritual. Y los cristianos, en ella y su
derredor, la iglesia-fortaleza que fundó Alfonso X bajo la advocación virginal
de Santa María del Puerto, por otro nombre Virgen de los milagros. La iglesia
fortificada que terminó de construirse –con su providencial intercesión, según
cuenta la cantiga 358- cuando se
hallaron bajo el suelo abundantes sillares –grandes
y bien cuadrados, dice el texto- de sólidos edificios públicos del Portus, como se ha constatado en las
excavaciones arqueológicas practicadas en el entorno del Castillo, apreciándose
en los muros una deliberada extracción de sillares.
12 Imágenes antiguas
(archivo de Luis Suárez Ávila) de la mezquita de Al-Qanatir antes de
“reinventarse” en la primera mitad del s. XX, con las columnas romanas y al
fondo el mihrab, la sala de las oraciones e inscripciones árabes en una puerta.
13 Aspecto actual
de la mezquita-santuario (foto, J.J.L.A.).
Desgraciadamente, la pésima reconstrucción
–que no restauración- que a comienzos de los años 40 realizó Hipólito Sancho,
ha desvirtuado en su fisonomía la verdadera entidad arquitectónica e histórica
del Castillo. Mucho se ha escrito de ambos inmuebles –mezquita e iglesia fortificada-,
por lo que sólo apuntaremos, en base a reconstrucciones gráficas, cómo creemos
que fueron en su evolución constructiva.
14
En la imagen, en torno a vestigios de
construcciones romanas, la planta de la mezquita (en verde), con dos puertas de
acceso, una al sahn o patio de las
abluciones, enfrente la sala de oraciones y al fondo el mihrab, con una torre aneja, más otra, la de las llamadas a las
oraciones, en la fachada sur.
15 Sillar
encontrado en el relleno de una de las torres del Castillo, en su origen parte
del cancel de una iglesia visigoda. / Foto, J.J.L.A.
Sin que tengamos pruebas evidentes, creemos
que en el solar de la mezquita ya existió en tiempos paleocristianos, bizantinos
o visigodos, un templo cristiano que parcialmente fue aprovechado cuando se
habilitó la mezquita. Así podría indicarlo la orientación del mihrab, que no mira a La Meca, como era
obligado en el Islam (aunque en al-Andalus fue un precepto que no siempre se
cumplía), sino a Jerusalén, a donde sí era ineludible orientar entonces los
templos cristianos.
También podría indicarlo el hallazgo –mientras
Sancho hacía de las suyas, ajeno a su magisterio como historiador- de un sillar decorado del cancel de una
iglesia visigoda. Al exterior de la mezquita se conserva la muralla andalusí en
un amplio tramo en ángulo, donde se levanta una torre.
16
En esta otra reconstrucción (en azul), las
reformas realizadas en tiempos de Alfonso X para reconvertir la mezquita en una
iglesia fortificada, con una torre en cada ángulo y otra (la del Homenaje) en
su fachada norte. También se amplió el espacio para asistir a los preceptos
religiosos.
17
En los siglos XV y XVI, los duques de Medinaceli,
señores de El Puerto, levantaron (en amarillo) una segunda planta sobre la
iglesia y al exterior la casa en que habitaron, sobre una capilla (hoy
sacristía). Y se cercó perimetralmente el Castillo con una muralla.
18 A la espalda del Castillo, por la calle Federico Rubio, la
desaparecida residencia que a fines del siglo XV ,levantó el Duque de
Medinaceli Don Luis de la Cerda.
19
Reconstrucción de cómo era –a nuestro juicio- la
planta y alzados de la mezquita de Al-Qanatir, la posterior iglesia de Santa
María del Puerto, a la que el rey Sabio dedicara un
extenso cancionero en las Cantigas de Santa María.
EL URBANISMO DE 1268
20 Materiales andalusíes procedentes de
excavaciones arqueológicas en el Castillo de San Marcos: 1- Fragmentos de cerámicas estampilladas, dos
vidriadas en verde. 2- Fragmentos de cerámicas de cuerda seca. 3- Fragmentos de
cerámicas pintadas.
En 1268 se procedió al reparto de 44 casas y
250 solares a 300 repobladores, los que conformaban el hábitat de Al-Qanatir
tras la reciente conquista y ocupación cristiana, en un conjunto de casas,
corrales, calles y plazas dispuesto con desahogo. El urbanismo de la recién
fundada Santa María del Puerto se establecería tal como Alfonso X aconsejaba
configurar las villas de nueva planta: “et
si fuese quadrada [como era el recinto almohade, probablemente heredado de
tiempos tardorromanos] deben dexar dos o
fasta quatro [calles], las unas en
luengo et las otras en travieso”.
21 Aparición de la Virgen de los Milagros a
Alfonso X El Sabio, óleo sobre lienzo del año 1804, de autor anónimo. Museo
Municipal.
Son diversos los topónimos que se mencionan en
el Libro del Repartimiento como hitos
o señales de referencia de las distintas propiedades repartidas: el Pozo Santo, ‘el horno que fue del concejo’, ‘hasta
la calera que va al pozo’… Calles andalusíes (la rúa es antigua en derredor) y de nueva planta (la calle Nueva), entramadas (“la calle en medio, de yuso [abajo] la calle, e cerca de otra calle, a cabo de
un paso derredor, e en derecha a una plaza en sota”. Y plazas y plazuelas,
situándose en medio de la villa la principal: “del figar en linde de la calleja como van a la jara, hasta la plazuela
de medio de la villa, la que dicen Malcozinado”; “…hasta la carrera de la plazuela y comienza como van a las viñas, según
la calle a Porluengas, por lo más alto de la villa, hasta la calle medio, que
viene de la Plaza de Malcozinado”.
22
Y destacando sobre los demás inmuebles, el palacio del Rey, donde se alojó Alfonso
X durante sus estancias en la villa, desconocemos si en algún destacado
edificio andalusí o levantado de nueva planta.
23 Inhumación
con sarcófago de ladrillo, similar a los enterramientos judaicos, hallado en la
excavación de la Plaza Juan de la Cosa, junto al Castillo de San Marcos. /
Foto, Museo Municipal.
Concluiremos recordando el nombre del único
‘alcantareño’ que nos es conocido, precisamente por llevar de apellido la
alquería que lo vio nacer en un tiempo que no sabemos precisar, Ali Alcantín, del que sólo se sabe que
fue un célebre matemático y que escribió un tratado sobre los relojes de sol.
Texto: Juan José López Amador y Enrique
Pérez Fernández. Reproducciones: J. J. López Amador.
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