EL ARROYO SALADO
DE ROTA Y LA ALDEA DE CASAREJOS
Como decíamos en la presentación de esta
serie, comenzaremos nuestro
recorrido por las tierras portuenses –en las que sus paisajes y la Historia
serán protagonistas- en el arroyo Salado de Rota, el que nace en el lugar
nombrado Pozo Salado y captando aguas dulces de arroyos menores, tras 9
kilómetros zigzagueando por los términos de Sanlúcar, Rota y El Puerto –en
tramos marcando sus divisorias municipales-, desemboca en la bahía de Cádiz en
terrenos ocupados por la Base Naval. Terrenos de marismas se abren en su curso
bajo y alto, en el entorno de la desecada laguna del Gallo.
1 Situación de los cursos de agua, caminos y aldeas andalusíes del término.
Hoy el Salado de Rota no es ni sombra de
lo que fue. Por último, las intervenciones antrópicas realizadas intensivamente
durante la segunda mitad del siglo XX con la parcial invasión de su lecho por
las tierras de los campos linderos y su canalización artificial para el regadío
(obras que a fines de los 80 realizó el Iryda y en 2008 la Agencia Andaluza del
Agua) fueron minando y desfigurando la antigua fisonomía del curso fluvial que en
el siglo XIII llamaban río de Casarejos y
durante la Edad Moderna arroyo Ratonero y
Paparratones.
2 El Salado, abriéndose camino en la campiña. / Foto, Juan José López Amador. 1987.
En la década de los 80, cuando repetidamente
recorrimos su curso en compañía de nuestros amigos José Antonio Ruiz y José
Ignacio Delgado ‘Nani’, presentaba un
estado de conservación notablemente mejor que hoy. Y como para conocer un curso
fluvial no hay mejor modo que navegarlo, empleamos una barquita que habíamos
construido expresamente para recorrer la laguna Salada.
3 y 4 Navegando por el Salado en 1987. / Fotos, Nani y J.J.L.A.
5 Las nasas también poblaban las aguas del Salado. / Foto, J.J.L.A. 1985.
Acaso fuimos los últimos que navegaron
por el Salado, porque hasta los últimos años 50 –cuando los campesinos aún
habitaban los campos– sus vecinos bajaban el arroyo en barcazas cargadas con
los productos hortícolas de sus tierras para venderlas en Rota y Cádiz. Un
viejo campero del cortijo de Vaina, que contaba con embarcadero propio, nos lo
contó. Hoy sólo navegan los submarinos nucleares que fondean junto a la boca
del Salado.
6 Las frondosas riberas del Salado en 1987, antes de su canalización con hormigón. / Foto, J.J.L.A.
Los afluentes
El curso del Salado y sus afluentes
vertebran al Este gran parte de las ‘tierras negras’ y albarizas que configuran
la campiña portuense, siendo cinco los principales arroyos secundarios que
irradian sus aguas por el término, que son, desde la boca del Salado aguas
arriba y en su margen izquierdo:
7 Puente de madera sobre el arroyo Villarana en 1984. / Foto, J.J.L.A.
8 Cuando la marea vacía, las piedras sobrepuestas en el Vado de Villarana forman esta cascada. / Foto, J.J.L.A. 1984.
9 El arroyo de Campillo con sus márgenes inundados, en 1986. / Foto, J.J.L.A.
-Le sigue el arroyo de Campillo –al comienzo del siglo XVI lo llamaban arroyo del Serrano-, que brota de las
inmediaciones del cruce de las carreteras El Puerto-Sanlúcar y Jerez-Rota. Hoy
sólo se alimenta de las aguas de lluvia y de las escorrentías del vecino cerro
de Venta Alta, pero antaño nacía en un manantial junto al paraje donde se levantó
la alquería andalusí de Fontanina y próximo
a donde están los viejos pozos del Duque (de
Medinaceli). En la Antigüedad, su cauce, mucho más caudaloso que hoy, propició
que junto al arroyo se estableciera un poblado tartésico en los siglos X-IX,
del que se excavaron, por vía de urgencia, dos fondos de cabañas en 1984 (Museo
Municipal) y 1985 (Diego Ruiz Mata), exhumándose cerámicas que denotan los
primeros contactos comerciales tartésicos con navegantes fenicios, antes de que
se establecieran en la bahía de Cádiz.
10 El arroyo del Gallo desbordado, en 1996. / Foto, J.J.L.A.
-El arroyo
del Gallo aporta sus aguas al Salado desde la laguna y marisma del Gallo,
cuyo entorno, en las laderas de los cerros que lo flanquean, se poblará con
aldeas desde la Edad del Cobre –ininterrumpidamente- hasta época andalusí.
-El arroyo
de Campín cruza al norte del término portuense hasta adentrarse en el
jerezano. Junto a este curso fluvial nació el poblado del Cobre de Campín, sólo
conocido por las prospecciones arqueológicas que realizamos –con José Antonio y
Nani- en la década de los 80, pero que si algún día se excava deparará el
hallazgo de una importante población, seguramente amurallada.
-Y el arroyo Hondo, que es una bifurcación del de Campín y se adentra en
tierras sanluqueñas, cubriendo con los otros cuatro arroyos secundarios y el
principal del Salado gran parte del territorio de Isla Cartare.
La
unión del Guadalquivir con el Salado
Escribir de la historia natural del
arroyo Salado y sus afluentes precisa que nos hagamos eco de una antigua tradición
que diversos autores recogieron durante la Edad Moderna y la Contemporánea. Desde
mediado el siglo XVI, la historiografía repetidamente apunta a que el curso del
Salado formó parte –en un tiempo impreciso- de un antiguo cauce del
Guadalquivir, identificado por diferentes autores como la boca occidental
“perdida” referida a fines del siglo I antes de Cristo por Estrabón: “…después
se halla la desembocadura del Betis [Guadalquivir],
dividida en dos brazos; la isla comprendida entre ambas bocas abarca un trecho
de costa que tiene cien estadios [18’5 km] o más, según algunos.” (Geographia, III, 1, 9)
Esta identificación la contemplaron,
entre otros, Florián de Ocampo (1543), Agustín de Horozco (1598), Bernardo
Aldrete (1614), Martín de Roa (1617), Rodrigo Caro (1634), Esteban Rallón
(1665) y un largo etcétera. Según ellos, un estero nacido del Guadalquivir se
adentraba por las sanluqueñas tierras de Maina y conectaba con el Salado (suponemos
que por el afluente de arroyo Hondo).
Una segunda conexión la establecieron
otros autores a partir del siglo XVIII desde el brazo de la marisma de las
Mesas, donde se sitúa la romana Hasta
Regia, de cuya cola nace el arroyo Tabajete (junto al que transcurría la calzada
de la Vía Augusta). De esta supuesta unión
se hicieron eco, entre otros, Enrique Flórez (1752), Bartolomé Gutiérrez (1787),
Miguel Cortés López (1835) o Adolfo de Castro (1858). Al respecto, el citado
Flórez decía en su España Sagrada (t.
IX, cap. I): “...no necesitaremos recurrir a la costa
occidental de San Lucar, para buscar la otra boca pues en esta parte junto a
Rota se verifica la distancia que Estrabón señala a la costa marítima de la
Isla, diciendo que tenía tres leguas y cuarto, o más según otros, […] y esto viene
bien con el sitio de junto a Rota, donde vemos actualmente un Arroyo, llamado
Ratonero, que baja desde las peñas de Asta y Trebujena, entre las cuales pudo
también correr la boca antigua del Betis, pues aun hoy dista poco el nacimiento
del Arroyo de la Isla mayor del río, como vemos en el moderno mapa del Reino de
Sevilla, ejecutado por el Ingeniero Jefe Don Francisco LLobet…”.
11 Detalle del Mapa del Reino de Sevilla (1748) del ingeniero Francisco Llobet. / Real Academia de la Historia.
Aún en el siglo XX se incidía en este
segundo enlace. Así, José Chocomeli precisó en 1940 en su En busca de Tartessos: “…el
primer brazo oriental derivaba del lago Ligustino [marismas del
Guadalquivir] por bajo de Lebrija,
siguiendo las marismas del Bujón, de las Mesas y de Tabajete, arroyo de este
nombre, vereda de Ferias [que muere junto a la laguna del Gallo], arroyos del Gallo y Salado de Rota, a
desembocar donde hoy lo hace este mismo arroyo.” El mismo trazado lo había
marcado en agosto de 1935 el portuense Francisco Ciria (‘Canales y desembocadura del Tartessos’, Diario de Cádiz).
Y es probable que así fuera. Mucho han
cambiado los paisajes –más de lo que parece- en los dos últimos milenios, por
la acción de la naturaleza y sobre todo por la del hombre. Y hay que tener
presente que este paisaje es el espacio en el que Estrabón decía que las
poblaciones de los márgenes de las hoy marismas bajas del Guadalquivir
–nombraba a Asta (Mesas de Asta,
Jerez) y Nabrissa (Lebrija)– habían
abierto en sus esteros canales artificiales: “La serie de canales que han sido abiertos por doquier ayudan al tráfico
y a las relaciones, tanto entre ellos mismos como con los forasteros. Del mismo
modo también en la pleamar se utilizan los brazos confluentes [de los
esteros] cuando los istmos que los
separan se hacen navegables al quedar anegados. Las naos pasan entonces de los
ríos a los esteros y viceversa.” Sobre los esteros, el geógrafo griego remarcaba:
“Se llaman esteros a las escotaduras litorales que el agua del mar llena en
la pleamar, y por las que se puede navegar remontando la corriente como por los
ríos hasta el interior de las tierras y las ciudades de sus orillas.” (Geographia, III, 2, 5 y III, 1, 9)
12 Marisma de las Mesas de Asta. / Foto, José y Agustín García Lázaro (web entornoajerez).
La conexión del Tabajete con el
inmediato arroyo del Gallo –o acaso, apuntamos nosotros, con el de Campín, que se
sitúa frente al de Tabajete– quedó cortada en 1877, cuando se construyó la vía
férrea entre Jerez–Sanlúcar–Bonanza.
De cualquier forma, dejamos apuntada la
vieja tradición (cuando el río suena…)
de la antigua unión por vía fluvial de la bahía de Cádiz, a través del Salado
de Rota y las campiñas de El Puerto, Sanlúcar y Jerez, con los esteros
marismeños del Guadalquivir.
13 Detalle de la desembocadura del Salado, donde estuvo Casarejos . / Foto, Google. 2014.
Decíamos que el primer nombre conocido del
arroyo Salado de Rota fue el de río de
Casarejos, topónimo con el que fue bautizada –en el Libro del Repartimiento (1268) del término portuense- la aldea hispanomusulmana
(de nombre árabe desconocido) que existía junto a la orilla izquierda de la
desembocadura del Salado en el tiempo que la región gaditano-jerezana fue
definitivamente conquistada para el mundo cristiano por Alfonso X.
Fue la de Casarejos una de las ocho alquerías andalusíes (de las trece que se
distribuían por el término) que se fundaron, probablemente en los siglos X-XI,
en el entorno del Salado y de sus afluentes y la laguna del Gallo, nombradas en
el Repartimiento como Villarana, Bayna, Finojera, Fontanina, Grañina, Campix, Poblanina y, contiguo a la boca del
Salado, Casarejos.
Aporta el documento medieval una interesante
información para conocer algunos aspectos de la alquería andalusí, cuyas casas,
solares y tierras fueron repartidas en 1268 a 77 repobladores castellanos.
14 Reconstrucción del entorno de la alquería de Casarejos.
14 Reconstrucción del entorno de la alquería de Casarejos.
Su término limitaba al sureste con el de
Al-Qanatir (El Puerto), al norte con
las tierras de las alquerías de Villarana
y Bayna y al oeste, en la otra margen del río, con la
roteña de Flayna (probablemente
emplazada en el yacimiento arqueológico de Las Mezquitillas). La ubicación de Casarejos junto a la boca del Salado
indicaría su control del paso del cauce del río –probablemente con barcas- a la
otra orilla y al interior de su curso, donde se emplazaban las otras siete
aldeas andalusíes. Menciona el Libro del
Repartimiento un camino –la carrera
de Rota- que enlazaba Al-Qanatir,
Casarejos y, por Flayna, con el ribat de Rota.
Se desconoce si Casarejos estuvo fortificado -como consta que lo estuvieron otras
alquerías del Salado-, pero la repetida mención en el reparto a una pared (o paredes) que servía para delimitar las
entregas de los solares y casas a los repobladores, así podría indicarlo: por
ejemplo, al decirse “…los palacios
grandes como se sigue con la pared aiuso” [abajo] o “…salvo los
palacios que se siguen como va la pared ”.
15 ‘Cueva artificial’ de la Edad del Cobre en el yacimiento portuense de La Viña. / Foto, J.J.L.A. 1987.
15 ‘Cueva artificial’ de la Edad del Cobre en el yacimiento portuense de La Viña. / Foto, J.J.L.A. 1987.
En el centro de la población se situaba su
mezquita y –como los arriba citados- varios palacios
grandes, que han de entenderse no
como hoy, sino casas con más porte constructivo que los del común de la
población. Y menciona el Libro dos
calles, la rúa “que está de parte del
río, la que va a Porluengas” y “la de los Colmeneros”. Y un pozo comunal
junto al camino de Al-Qanatir, y
junto al pozo tierras públicas, el ejido.
Y una cueva –“las casas que están sobre
la cueva”-, que seguramente era un gran silo de la Edad del Cobre como los
excavados en las inmediaciones del Salado en los años 50 dentro de la Base y en
los 80 en La Viña.
16 La isleta de la boca del Salado en un mapa de 1762.
16 La isleta de la boca del Salado en un mapa de 1762.
También menciona el texto alfonsí una isla e isleta, cuyo terreno también se repartió a los repobladores y que
con seguridad se situaba en medio del río, al modo de un bajo formado por la colmatación
de sedimentos marinos y fluviales, como aún se reflejaba en la cartografía del
siglo XVIII.
La economía de Casarejos debió de basarse en la actividad pesquera con la
explotación de corrales marinos, que aún se perciben en la margen izquierda de
la boca del Salado, nombrados en la cartografía del XIX corral del Cueto. A una estructura pétrea que aún se ve en la misma
boca del arroyo –tal vez la huella de un espigón o muelle de incierto origen- parece
aludirse al comienzo del deslinde alfonsí (1268) de los términos de Rota y
Casarejos: “El primer mojón es el
Estapudal que llaman de los Camellos y Casarejos, que parte término con Rota.
Han por mojones unas piedras que estaban en el mar que había nombre el Albequer.”
Y una segunda base de la economía de Casarejos
fue la explotación de las arenas litorales –al igual que en tiempos púnicos y
romanos- como viñedos (vino, pasas, uvas), siendo 64 aranzadas las que se
repartieron en 1268, linderas a las viñas de los arenales de Al-Qanatir. También tenía Casarejos, hacia el término de Bayna, un terreno menor dedicado a la
explotación de cereales, y tierras de jaras con higueras y perales.
17 Litoral entre El Puerto y Rota. Mapa de Francisco Coello, 1868. La flecha marca el Corral del Cueto.
17 Litoral entre El Puerto y Rota. Mapa de Francisco Coello, 1868. La flecha marca el Corral del Cueto.
Tras la ocupación cristiana de la
alquería de Casarejos, su repoblación
–como ocurrió en las demás a excepción de Al-Qanatir
(El Puerto)- no cuajó y la vieja aldea andalusí se abandonó o, quizás, ni
siquiera el conjunto de las casas y solares fuesen habitados por sus 77
beneficiarios. Sí perduró en el tiempo la ‘pesquería
de Casarejos’ y la explotación de las arenas como viñedos y huertas.
Cuándo el término portuense de Casarejos
pasó a integrarse en el roteño es cuestión que no podemos precisar, aunque lo
más probable es que ocurriera poco después de 1341, cuando el señorío portuense
pasó a manos de Juan de la Cerda I, hijo de Leonor Pérez de Guzmán y nieto, por
vía materna, de los arriba citados Guzmán el Bueno y María Alfonso Coronel,
también señores, desde 1297, de Rota.
Texto:
Juan José López Amador y Enrique Pérez Fernández.
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