EL
USO HISTÓRICO DE LOS RECURSOS NATURALES DEL ENTORNO DEL CASTILLO DE DOÑA
BLANCA.
Texto
fotografías y reconstrucciones de Juan José López Amador y José Antonio Ruiz
Gil
Recursos
en el medio físico.
Fotografía
de satélite Google Hearth, donde hemos situado los hitos más inmediatos e importantes
de la Sierra de San Cristóbal en la zona que rodea Doña Blanca. 1 Doña blanca.
2 Poblado de La Dehesa. 3 Ciudad del siglo IV. 4 Necrópolis de Las Cumbres. 5 Área
de posibles estructuras portuarias. 6 Zona donde se encuentran las cazoletas. 7
Madre Vieja del Guadalete, antigua costa. 8 Poblado de Las Cruces. 9 Arroyo
Carrillo. 10 Área con acueductos en galerías para el agua. 11 Aunque hemos
situado con este número Las Cuevas-Canteras, están por toda la Sierra. 12
Bosque de pinos en zona militar. 13 Bosque de pinos de Pinar de Coig. 14
Depósitos de aguas de la Confederación. 15 Cantera de los años 60-70, de donde
posiblemente procedía el gran Menhir. 16 La barriada ilegal de Las Canteras, en
crecimiento.
Reconstrucción
ideal con la fotografía de satélite anterior, del entorno de la ciudad de Doña
Blanca
La
Sierra de San Cristóbal es una pequeña elevación geográfica situada entre las
poblaciones de El Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera, al Norte; al
Este la parte más cercana al río Guadalete, que divide los términos municipales
de estas dos ciudades. De relieve suave, con una cota máxima de 124 metros en
el cerro de San Cristóbal y otra de 102 metros en el cerro de las Canteras. La
sensación de mayor altura la provoca el hecho de dominar el antiguo estuario
del río Guadalete, las actuales marismas, la bahía de Cádiz, y de otear algunas
alturas de la Sierra de Cádiz. Al Norte y al Oeste se sitúan las tierras
"albarizas" de la campiña del Marco de Jerez.
La
Sierra de San Cristóbal es una formación del Subbético, cronológicamente del
Plioceno Superior, constituida por areniscas de cemento calcáreo, también
llamadas calcarenitas, que "tienen un 40% de arena de cuarzo de tamaño
medio o grande, con una matriz calcárea y algo de glauconita" (López
Amador, y Ruiz Gil, 2007a):. Los estratos tienen una disposición cruzados
planos y de surcos. Probablemente correspondan a barras regresivas. Tienen una
potencia de 40-50 metros, y se explotan hoy día tanto para extraer arena, como
en bloques para construcción e ingeniería. El hallazgo de fósiles suele ser
esporádico, presentando una conservación de gran calidad; los mas abundantes
son los hallazgos de grandes equinodermos, principalmente Clypleaster aegyptiacus, y moluscos bivalvos.
Equinodermo (erizos, estrellas de mar...) y molusco
bivalvo de la Sierra de San Cristóbal (Museo Municipal).
El
piedemonte de la formación descrita culmina con los conglomerados de óstreos y
pectínidos (llamados en la región "piedra ostionera"), también del
Plioceno Superior, de un metro de potencia y cota máxima a +35 m., cubiertos
con arenas arcillosas rojas, que ofrecen una cobertura vegetal típica de monte
bajo.
La extracción de piedra en San Cristóbal
siempre ha estado presente desde que los primeros pobladores se asentaron en
ella y sus cercanías durante el III milenio a. C., perdurando, probablemente
sin solución de continuidad, hasta nuestros días. La piedra para la cantería de
construcción se convirtió con el tiempo en una de las industrias artesanales
más arraigada de la zona, ocasionando las explotaciones que se realizaron una
importante transformación del paisaje, y generando, las que se excavaron en
galería, formas arquitectónicas de carácter monumental, conocidas hoy
localmente como "las Cuevas".
Arriba, gran cueva-cantera
en la zona militar con una cobertura vegetal importante. Abajo, cueva-cantera
utilizada como vivienda hace unos años. Aún en la actualidad son utilizadas en la barriada
que crece entorno a ellas.
Las
prospecciones y excavaciones arqueológicas realizadas durante estos años, han
proporcionado una gran información sobre la ocupación estable de grupos humanos
que se asentaron en la Sierra de San Cristóbal. El primer núcleo consolidado es
un hábitat preurbano en torno a La Dehesa fechado a mediados del III milenio.
Este paraje esta situado al pie de la sierra junto a Doña Blanca, entonces a
orillas del mar. Las excavaciones arqueológicas parciales que se han realizado
manifiestan la presencia de un poblado de la Edad del Cobre conformado por
cabañas de planta circular (2,5-3 m. de diámetro), ahondadas en el suelo (0,50
metros) y calzadas con zócalos de mampostería, cubriéndose con toda posibilidad
con materias vegetales revocadas posteriormente con tapial (Ruiz Mata 1986).
Aquí se encuentran, aún a pequeña escala, los primeros aprovechamientos de la
piedra de la sierra.
Planta del poblado excavado en La Dehesa, tomada de Ruiz Mata, D. y Pérez, C. J. 1995.
La
explotación a gran escala de la piedra llegará con la fundación a comienzos del
siglo VIII a C. del poblado fenicio del Castillo de Doña Blanca, habitado hasta
fines del III. Los aspectos urbanísticos de esta ciudad presentan unas
características únicas, cuna del urbanismo de Occidente, quedando reflejada en
la exquisita cantería de las distintas murallas, la del s. VIII a. C. conserva
3 m. de altura, 1,50 m. de anchura y se asienta sobre un zócalo de 2 m. de
anchura y 1 de altura. Las caras visibles se construyeron con sillarejos
perfectamente escuadrados y el interior con un conglomerado de mampuestos y
arcilla roja. Estos lienzos se utilizaron como cimiento para levantar la
muralla helenística de los s. IV-III a. C. la de mejor cantería. La calidad de
la construcción habla de la extraordinaria especialización alcanzada en los
trabajos de cantería durante el I milenio a. C. Es el primer lugar donde queda
clara la utilización de forma industrial en la extracción de la piedra de San
Cristóbal. Lo cierto es que aún no sabemos si pudieran quedar en el entorno alguna
cantera de estos periodos, tampoco sabemos si la extracción se realizaba en
galería (buscando las vetas de piedra más dura, llamada ‘Palomera’, algo más
oscura que la piedra blanda llamada ‘Franca’, manteniéndose la tradición), o
estaban a cielo abierto.
Fotografías de Francisco Alarcón, arriba, parte de
la muralla Barcida de Doña Blanca la más moderna. Abajo detalle constructivo
con la piedra de la Sierra San Cristóbal.
En el
Libro del Repartimiento del término portuense (M. González Jiménez, 2002), fechado entre 1264 y 1275, se menciona
un paraje extenso en huertas junto a la antigua ‘madre vieja’ del Guadalete,
que hoy reconocemos como la primera denominación historiográfica de un enclave
serrano: Sydonia. El nombre se ha conservado en su derivación de Pago de
Sidueña designando a una amplia franja situada entre las marismas del Guadalete
y la falda sur de la sierra. En varias ocasiones, hemos apuntado los motivos
que nos llevan a pensar que su poblamiento durante el medievo se conformó
principalmente en viviendas rupestres, en alguna medida deformadas y ampliadas
por las explotaciones del siglo XVIII y XIX, ocupando también el tell de Doña
Blanca. La población desapareció, según el historiador local Hipólito Sancho
(1943), a fines del s. XV, aunque aún hoy parte de los moradores serranos
habitan en cuevas trogloditas o semitrogloditas. De cualquier forma, queda de
fines del XV una pequeña atalaya conocida como Castillo de Doña Blanca
fabricada en roca arenisca y, hoy, muy reconstruida.
Fotografías de dos figuras antropomorfas, en este
caso se han tallado dos bustos, de los que no sabemos nada más que su
existencia porque lo hemos visto y estas son sus fotografías, pero hoy día posiblemente
queden bajo las construcciones ilegales.
Durante
el Medioevo la traída de arenisca desde San Cristóbal a El Puerto se realizaba
en gabarras a través del río. A este respecto tenemos un documento
extraordinario del siglo XIII, nos referimos al cancionero de Santa María de El
Puerto de Alfonso X, en él se cuentan los milagros de Nuestra Señora durante la
construcción de la Iglesia Fortaleza de Santa María, Castillo de San Marcos,
una de estas cantigas la 358 trata de la cantería (Montoya Martínez 2006).
Entre los muchísimos datos hemos
seleccionado sólo alguno, lo que nos da una idea del volumen de piedra extraída
para la construcción de la Catedral de Sevilla. La propia iglesia poseía varios
muelles dedicados al transporte de la piedra, tanto en El Puerto como en
Sevilla. En la primera mitad del siglo XVI salieron de la Bahía de Cádiz unos
1.500 barcos cargados con piedras con destino Sevilla. De la piedra consumida
por la Catedral entre los años 1547 a 1570, pertenecían a las canteras de San
Cristóbal 17.119 carretadas (Rodríguez Estévez 1998).
Figuras
antropomorfas a la entrada de una Cueva-Cantera. Inscripciones a cielo abierto
en el carril de entrada a un cueva-cantera.
El
volumen de extracción de piedra para la construcción de la Catedral de Sevilla,
solo es comparable con el material necesario en la construcción de las murallas
en Doña Blanca, salvando las distancias, castillos monasterios, iglesias,
palacios y casas, e infinidad de obras de ingeniería civil de todas las épocas,
han utilizado la piedra de San Cristóbal para su construcción.
La
documentación más antigua referida a las canteras de San Cristóbal que se
encuentra en el Archivo Municipal de El Puerto de Santa Maria data de comienzos
del siglo XVIII, teniéndose que entender la falta de documentos de los siglos
inmediatamente anteriores una mera pérdida de los mismos, si bien parece
evidente que con el XVIII comienza de una forma organizada e intensiva la
explotación de canteras en grandes espacios (López Amador, Pérez Fernández, y
Ruiz Gil 1991).
La
documentación del Archivo portuense ofrece 36 nombres de canteras, difícilmente
identificables en su totalidad. A continuación daremos algunos de los nombres
de estas canteras, tal y como aparecen en la documentación:
Mata Sano, Los Pilares, Los Pilares Chico, La Mujer,
Navarro, Barras, El Conejo, Cañada de Navarro, de los Barros, del Gigante, los
Carrisa, Vieja de Cortes, Cañada de Larmita, José Barela, Cañada del Ganado,
Cañada del Puente, Algarrobo, de Francisco Caballero, de Telégrafos, Hermita,
de Buenavista, de José Soto, El Gigante, Virgen de los Milagros, San Isidro,
Quebrantahuesos, La Higuera, El Algarrobo, El Hoyo de Ventura, Los Cañones, y
El Hornillo.
El
Ayuntamiento de El Puerto de Santa María patrocinó en 1930 un proyecto para la
explotación turística de las canteras denominadas entonces catacumbas,
respaldado con una visita que hizo el Rey Alfonso XIII. Se realizaron muchas
visitas preparándose comidas multitudinarias en el interior de las cuevas, pero
en poco tiempo volvieron al olvido.
Arriba,
las tareas cotidianas en una vivienda troglodita en San Cristóbal, a comienzos
del siglo XX. Abajo, visita de S.M. Alfonso XIII, en los años 30 del siglo
pasado, a las Cuevas-Canteras. Fotografías
cedidas por el Centro Municipal de Patrimonio de El Puerto de Santa María.
No ha
sido hasta muy recientemente cuando hemos comenzado a estudiar en profundidad
un recurso como es el agua. Muy abundante dadas las características físicas ya
mencionadas, actuando esta pequeña Sierra como acuífero. No sólo hemos
encontrado pozos para agua en la ciudad, que son los mas antiguos hasta el
momento; en San Cristóbal los manantiales son muy importantes, de hecho, al
menos desde el siglo XVI abastecen a la ciudad de El Puerto de Santa María
(Caballero 2006). El pozo localizado en el bastión circular situado en la
actual entrada, fue útil hasta el siglo III a. C., aunque podría ser muy
anterior, así lo avalan su situación en la ciudad y el entorno perfectamente
protegido.
Fotografías de dos galerías de La Piedad, posiblemente
las más antiguas, están junto a Doña Blanca, también las hemos encontrado
debajo del yacimiento, galerías de Sidueña, como hemos publicado en este blog.
Aún
no sabemos con cuantos manantiales contaba la sierra en la Antigüedad, en época
moderna se mencionan al menos tres, que sepamos por el momento. En la
actualidad tenemos localizados dos de estos manantiales, que son: los de La
Piedad, situados al este del Pinar de Coig, y el de Sidueña, en parte situado
bajo las propias ruinas de Doña Blanca.
Para
aprovechar y canalizar esta agua se han construido excavando en la roca un sin
fin de galerías subterráneas que recorren toda la falda suroeste de la Sierra
de San Cristóbal. En el siglo XVII se mencionan las ‘minas viejas’, galerías
que podrían ser de momentos más antiguos, tal vez, incluso alguna pudo servir
para abastecer la ciudad de Doña Blanca. De hecho, algunas de estas galerías
excavadas en la roca atraviesan por el sur parte de la ciudad; en la actualidad
llevan agua, si bien los depósitos calcáreos de las paredes nos hablan de
caudales mucho mas importantes en la Antigüedad.
Las
consideraciones ambientales actuales nos muestran áreas con distintos grados de
conservación. Se establecen importantes diferencias de calidad en el seno del
propio ámbito, y las zonas inmediatamente circundantes. En efecto, podemos
distinguir hasta cinco tipos diferenciados de vegetación y suelos, pinares
naturalizados, matorrales propios compuestos por retamares y tomillares,
matorrales de regeneración (retamas), restauraciones paisajísticas, y eriales
degradados. Una margarita autóctona ha sido redescubierta, se ha encontrado una
población de Anthemis bourgaei,
especie catalogada como vulnerable por la Ley de la Flora y Fauna Silvestres de
Andalucía; así como en peligro, en el Libro Rojo de la Flora y Fauna Silvestres
de Andalucía ( Mellado y Gómez 2005). Aunque con áreas muy degradadas, aun se
conserva una vegetación abundante, pero distinta a la que fue en la Antigüedad,
como más adelante veremos.
Es muy abundante la fauna que aún
podemos ver en el ámbito que estudiamos, especial mención merecen dos de ellas:
el camaleón, que es abundante, y el cernícalo primilla, que casi ha
desaparecido. Ambas están en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. Pero
también encontramos el cernícalo vulgar, y abundantes grajillas. Las aves son
muy abundantes en general, la ubicación de las marismas, el Parque Natural de
la Bahía de Cádiz, y las Lagunas Endorreicas en el entorno, convierten a San
Cristóbal en lugar para nidificar y de paso. La abundancia de conejos llega
incluso a presentar serios problemas de conservación, sobre todo en la
Necrópolis; proliferación facilitada por la ubicación de un coto de caza en la
misma. Perdices, lirones, erizos, culebras, lagartos y lagartijas son los
animales más comunes, aunque muchas más especies están presentes. Pero, sin
duda, la joya faunística de San Cristóbal junto al Camaleón, son las colonias
de murciélago común y de murciélago hortelano, colonias que han aumentado
amparadas en la oscuridad y protección de algunas de las cuevas fabricadas por
el hombre para la explotación de uno de los recursos naturales más
significativos del lugar: la piedra.
Arriba, Pinar de Coig. Abajo, toros y la Sierra San Cristóbal
al fondo
Los estudios de los
recursos vegetales del entorno de Doña Blanca.
Con
todo lo que hemos expuesto esperamos dar al lector una visión muy general de
aspectos medioambientales muchos de ellos desconocidos, que nos ponen de
manifiesto la importancia de los recursos que ha ofrecido durante mucho tiempo
esta pequeña sierra y su entorno más inmediato para la supervivencia durante
milenios de las poblaciones mas cercanas. Como ocurrió en su momento con la
ciudad que está en el Castillo de Doña Blanca, cuya estratigrafía nos ha
ofrecido una importante serie de datos, resultado de los distintos estudios
analíticos que, junto a otros yacimientos, van aportando una mejor comprensión
del medio.
Izquierda. Parte alta de la Sierra de San Cristóbal,
al fondo de la fotografía se encuentra la Ciudad del siglo IV, donde se han
excavado importantes estructuras dedicadas a la producción de vinos, aqui son los palmitos y el tomillo los más abundantes. Derecha.
Detalle de plantas en las grietas del suelo rocoso.
El
área entorno al Castillo de Doña Blanca se nos presenta como un auténtico
paraíso para la obtención de recursos naturales, a los ya citados propios de la
Sierra San Cristóbal tenemos que sumar el de su entorno mas inmediato. Nos
referimos a espacios geográficos que han ofrecido biotopos ricos en fauna y
vegetación, como la Laguna del Gallo y las Lagunas Endorreicas, en la
actualidad formadas por tres lagunas protegidas, pero que en la antigüedad, que
sepamos, eran siete, Salada, Juncosa, Chica, Los Milagros, San Bartolomé, Santa
Rosa y Los Tercios; las marismas y la costa, cuyos resultados analíticos han
dado muestras de la obtención de alimentos y bienes. Y los análisis de polen y
semillas, que nos muestran desde la Edad del Cobre la biodiversidad en la
vegetación, y como ésta se transforma y adapta según el hombre va dominando el
medio. Bosques de pinos y encinas, que se cambian por los de sauces y olmos, nos
indican cambios paleoclimáticos y paleoecológicos. Una agricultura, de la que
contamos con precarios datos en la Antigüedad, aunque algunos se exponen, que
se va especializando, como vemos, en el momento más álgido de la ciudad que
esta ubicada en el Castillo de Doña Blanca, del modo que a continuación
exponemos.
Los
estudios polínicos realizados en los yacimientos de Doña Blanca y Pocito Chico
fueron realizados y publicados por D. José Antonio López Sáez y Dª. Pilar López
García, del Grupo de Investigación de Arqueobotánica, del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, en Madrid.
Por otra parte, la palinología se
completó con el estudio carpológico. Éste se realizó en dos etapas. La primera
se remonta al año1986. Se trata de un estudio realizado por D. Javier Chamorro
y publicado en el ya clásico Roselló, E. y Morales, A. (1994): Castillo de Doña Blanca. Archeo-environmental investigations in Bay of Cadiz. Spain (750-500 B.C.). B.A.R. International
Series 593, Oxford, sobre la Fosa 30 de las excavaciones en el Castillo de Doña
Blanca. La segunda ha sido realizada recientemente por D. Guillem Pérez Jordá,
de la Universidad de Valencia. El análisis carpológico en este caso se realizó
con muestras de los yacimientos de La Viña, Doña Blanca, Pocito Chico, Puerto
19, y El Palomar, todos situados a una distancia máxima de unos 20 km.
Diagramas realizados por nosotros de los siglos VIII al III a.C., del Castillo de Doña Blanca. 1 árboles, 2 arbóreo-arbustivo, 3 plantas. Datos tomados de López Sáez, J. A; López García Mª. P. 2003.
Siguiendo los datos del trabajo de López
Sáez y López García (2003), hemos confeccionado los diagramas para los siglos
VIII al III a. C., en el Castillo de Doña Blanca, la mayor representación
arbórea la tiene, como no, el pino (Pinus
Pinea), estos árboles como hemos visto nos acompañan desde los primeros
asentamientos humanos. También están presentes, como corresponde, el alcornoque
(Quercus suber), el acebuche (Olea europaea), además del sauce (Salix).
Los arbustos están representados por la sabina (Juniperus), el brezo (erica), la jara (Halimium
halimifolium), o el romero (Helianthemum). Algunas hebáceas citadas
son el gamón (Asphodelus albus), el llantén (Plantago lanceolada),
el cardo (Asteraceae cardueae), la cola de caballo (Equisetum), o
el helecho.
Diagramas realizados por nosotros sobre la agricultura en Doña Blanca, datos tomados de J.G. Chamorro en Roselló Izquierdo, E. y Morales Muñiz, A. 1994, de los siglos del VIII al IV a. C., se observa que destacan tres cultivos en particular en todas las épocas. el trigo, la cebada y la vid.
La analítica carpológica realizada para
Doña Blanca cuenta con una cronología que abarca desde el siglo VIII a.C.,
hasta el V-IV a.C., En el diagrama que hemos confeccionado con los datos
figura….la hemos dividida en cuatro fases, de la Fase I, podemos comprobar como
la cebada representa el pico más alto seguido del trigo, la vid, y las
leguminosas. En la Fase II, el trigo presenta su dato mas alto, seguido de la
vid, que comienza a ser un cultivo destacable, la cebada, y las leguminosas. La
Fase III esta dominada por el trigo y la cebada, aunque la vid sigue con una
representación muy significativa. Es en la Fase IV donde la vid se destaca de
forma importante, no sólo es el principal recurso agrícola, es en esta fase
donde encontramos la mayoría de infraestructuras vitivinícolas: bodegas,
lagares, hornos, etc., en la Sierra de San Cristóbal y Doña Blanca (López y
Ruiz 2007).
De una de las factorías de pesca
Fenicio-Púnicas de la Bahía Gaditana fechadas en los siglos VI al III a.C.,
hemos podido realizar análisis carpológicos. Las muestras pertenecen a Puerto
19, y nos han proporcionado un conjunto de materiales muy homogéneo. Son restos
de vid, pepitas de Vitis Vinifera, cáscaras de piñones y brácteas de
pinos. Es evidente que este registro debe estar condicionado por las
actividades realizadas en la misma. A partir del registro arqueológico se
plantea el uso de esta zona para la elaboración no solo de derivados del
pescado, sino para el vino o el vinagre, que se utiliza también para la
elaboración de conservas y otros derivados del pescado.
La presencia en estos enclaves no solo de
las pepitas de uva, sino de pequeñas hoces de poda y la localización de las
huellas de los ‘cajones’ de viña excavados en la arena en el yacimiento de
Cantarranas con una propuesta cronológica a las factorías de pesca
Fenicio-Púnicas, (López y Ruiz 2007), es posible que nos estén ofreciendo los
datos de una explotación agrícola especializada, que surten de uva éstas y
otras industrias, como las de Doña Blanca. A este respecto tenemos que
destacar, que el auge de las factorías Fenicio-Púnicas, productoras de uva,
coincide con la mayor presencia de la vid en la Fase IV del diagrama de Doña
Blanca.
También de Doña Blanca contamos con el
análisis a una muestra que proviene de un nivel del S. V a. C. Está formada por
una concentración de trigo desnudo, procede del nivel llamado de la Casa
Quemada. Se trata de una habitación, posiblemente una cocina, o almacén, que
durante su uso sufrió un incendio. Este proceso carbonizó de forma accidental
una gran cantidad de semillas que se encontraban almacenadas. El conjunto de
trigo desnudo está formado cariópsides de la variedad más alargada, siendo
mínimo el de los individuos que corresponden a las formas compactas. Este
conjunto constituiría un nuevo ejemplo de que a lo largo de la Protohistoria la
práctica habitual de cultivo son los campos de cereales con pocas o una sola
especie.
Semillas de trigo del Castillo de Doña Blanca, fotografía de Guillem Pérez Jordá.
Este conjunto está acompañado de un grupo
de malas hierbas. Se trata básicamente de un conjunto de gramíneas en las que
destaca la cizaña (Lolium temulentum),
los alpistes (Phalaris), y la
presencia de Malva. Son especies que
acompañan a los cereales y que por su morfología resultan complicados de
eliminar durante los procesos de limpieza del grano. Nos están indicando que
los suelos que se destinan a esta producción son profundos y relativamente
ricos en nutrientes.
Visión desde la Sierra de San Cristóbal, en la
Ciudad del siglo IV, al fondo los meandros actuales del río Guadalete, a la
derecha de la fotografía nos queda Doña Blanca
Fotografía aérea con la reconstrucción ideal del
paisaje de Doña Blanca en los primeros momentos de la ciudad a comienzos del I
milenio antes de nuestra era.
La fauna según la analítica de los restos.
Los restos procedentes de
Doña Blanca han sido publicados por Eufrasia Roselló Izquierdo y Arturo Morales Muñiz, en Castillo de Doña
Blanca. Archeo-environmental investigations in Bay of
Cadiz. Spain (750-500 B.C.). BAR International Series 593, Oxford (1994). En líneas
generales, en el Castillo de Doña Blanca, los mamíferos no son la fauna
dominante, al menos en el espacio excavado que sirvió como muestra del
yacimiento. Los 163 restos de mamíferos que, por lo menos, había en la FO-30
daban una entidad relacionada con un basurero de cocina. Con la mayoritaria
aparición de ovejas y cabras, junto a una pléyade de elementos de ambas
especies. Con un comportamiento similar al anterior a nivel de restos
encontramos a las vacas. Los
restos de cerdos, corresponden a individuos de corta edad. Los autores del
estudio proponen un consumo ligado a los indígenas, ya que a los fenicios se
les presume la prohibición semita.
En la FO-30 de Doña Blanca destacan
especies como la musaraña común (Crocidura russula), el lirón careto (Eliomys
quercinus) y el ratón de campo (Apodemus sylvaticus). Se trata de especies
de nuestro ecosistema. En este sentido parecen apuntar los restos de conejo
que, al encontrarse algunos quemados –sobre todo en los niveles más antiguos- y
acompañados de liebres, reflejan si no una posible domesticación, por lo menos
la caza. Ya es conocida la caza del ciervo rojo en otros yacimientos cercanos.
Doña Blanca no podía ser una excepción. Y con la caza en general se relaciona
la aparición de perros de un tamaño medio, unos 40-50 cm. en las fases más
antiguas. De este modo, las marcas que se ven en los huesos se interpretan como
marcas de actividad de los propios canes.
No hay que olvidar las
especies introducidas, como el burro (Equus
asinus) al menos entre el 600 y el 575 a.C. O la gallina (Gallus gallus) de pequeño tamaño y un
consumo relacionado con aspectos religiosos. Siguiendo con las aves, algunas
marinas como el cormorán grande (Phalacrocorax
carbo), el tarro blanco (Tadorna
tadorna), o las gaviotas cana o picofina (Larus canus/genei), o la patiamarilla/ o sombría (Larus cachinnans /fuscus) y otras
acuáticas como la espátula (Platalea
leucorodia), el ánade real (Anas
platyrhynchos), el pato colorado (Netta
rufina), y la polla de agua (Gallinula
chloropus), que sugiere la caza con perros. En cualquier caso las
especies relacionadas con el agua van descendiendo en importancia a lo largo
del tiempo. Entre las aves terrestres, el milano (Milvus sp.), el águila imperial (Aquila adalberti), el sisón (Tetras tetras), el zarapito real (numenius arquata), la tórtola
(Sterptotelia turtur), y un
posible zorzal alirrojo (Turdus cf.
Iliacus), amén de la perdiz común (Alectoris rufa), que fue la especie más frecuente hasta su
sustitución por la introducida gallina. Finalmente, no hay que olvidar las
cáscaras de huevo de avestruz (Strutio
camelus).
Las
posibilidades que el mar ha ofrecido a los habitantes de Doña Blanca, fueron
infinitas, no solo se trataba de una ciudad con un puerto comercial donde
arribaban productos exóticos procedentes de todos los puertos mas lejanos,
desde África y la Europa Atlántica, a los de todo el Mediterráneo. Nuevas
especies marinas debieron incorporarse a la cadena alimenticia de los
habitantes de la zona, aunque no cabe duda que siempre se han explotado los
recursos marinos como veremos, pero no es hasta la instalación de la ciudad
cuando se comienza una explotación de los recursos marinos a gran escala,
llegando a unos niveles económicos fundamentales durante centenares de años.
La
explotación de recursos marinos culmina con la creación de las factorías de
salazones de época Fenicio-Púnicas, siglos VI al III a.C., en la costa situada
entre los ríos Guadalete y Salado, que como hemos visto anteriormente, al
principio, también son explotaciones agrarias, o al menos de viñedos. Así pues,
la
industria de la almadraba para la salazón del pescado, y en especial de atunes,
se inicia en la Bahía de Cádiz.
La geografía en la antigüedad no
tendría nada que ver con la actual Bahía de Cádiz, y mucho menos la riqueza marina.
El producto del marisqueo durante las mareas, y la pesca del día seria lo
cotidiano en el ajetreo portuario de la ciudad, y esto sí que lo sabemos
gracias, como hemos dicho, a los estudios dirigidos por Eufrasia Roselló Izquierdo y Arturo Morales Muñiz, que de modo muy general, como
no podría ser de otra manera, exponemos seguidamente.
Reconstrucción ideal de
la llegada de un barco pesquero a la
ciudad que está en Doña Blanca en los momentos más antiguos, y los hitos
principales.
El
marisqueo es practicado por todos los pueblos que habitaron la bahía desde la
antigüedad más remota. La importancia
del marisqueo y la pesca en la dieta alimenticia se evidencia a partir de los
restos encontrados en la Fo-30 (siglo VIII a.C., hasta el V-IV a. C.), del Castillo de Doña Blanca. Solo de este
perfil estratigráfico se han recuperado cerca de 16.000 restos. El conjunto de
especies lo constituyen, 19 bivalvos y 13 gasterópodos marinos, 11 pulmonados,
1 cefalópodo y un bivalvo de agua dulce. Coquinas, almejas, muergos, burgaíllos
y lapas, constituyen la gran mayoría (Roselló Izquierdo, E. y Morales Muñiz, A.
1994). Básicamente los mismos restos
que encontramos en todos los yacimientos excavados hasta el momento, desde los
poblados neolíticos, hasta las aldeas andalusíes.
La mayoría de los restos pertenecen a las especies más
comunes y conocidas, mencionadas anteriormente, aunque hay otros muchos
moluscos que están presentes, como por ejemplo: boca, bogavante, calamar, cangrejo moro, cañeta,
centolla, choco o jibia, chorizo negro o carabinero, chorizo blanco, chorizo
rojo ó langostino moruno, cigala, galera, gamba, langosta común, langosta roja
o moruna, langosta verde, real, gris o del Sahara, langostino, y pulpo.
En los dibujos que hemos coloreado, tomados de Roselló, E. y
Morales, A. 1994, encontramos una buena representación de cómo el aporte de los
sedimentos del río Guadalete afectan a la pesca en Doña Blanca, y culminará
llenando la bahía interior donde se ubica la ciudad, convirtiéndola en la
marisma que es hoy. Al principio la pesca de especies migratorias, así como las
autóctonas son fáciles de capturar cerca de la ciudad, para ir alejándose con
el tiempo. Sin embargo otras especies como el esturión aumentan con el
acercamiento de la desembocadura del río, así como las procedentes del
marisqueo.
Respecto al pescado son muchas las especies,
pero no sólo son peces para la salazón los capturados, hay un gran
número de ellos. Esto demuestra que estos pescadores tenían mucho conocimiento
de las diferentes artes para la captura. Así, la presencia de las siguientes
especies constatadas en distintas épocas; Acedía, Acedía blanca, Anguila,
Aligote, Atún rojo, Baila, Barbo, Besugo, Breca, Boga, Bonito, Boquerón, Burro, Dentón,
Dorada, Caballa, Cañabora, Cazón, Congrio, Corvina, Chicharro, Chucho,
Estornino, Esturión, Faneca, Gallo, Jurel, Lenguado, Lisa, Lubina, Marrajo,
Melva, Mero, Mojarra, Herrera, Morena, Musola, Pargo, Pardete, Pez espada, Pez
sapo, Pintarroja, Urta, Raya, Rape,
Raspallón, Rodaballo, Róbalo, Salmonete, Sama, Sargo, Sardina, y Zapata.
Finalmente,
no sabemos qué papel pudiera haber jugado en Doña Blanca las migraciones de los
sábalos, Alosa alosa, en el río
Guadalete, sabemos que en la Antigüedad era abundante, aunque debemos destacar
que no tenemos aun constancia arqueológica de este pescado. El río era
utilizado para el desove, de primavera a verano. El sábalo debió ser en la
Antigüedad para los pueblos de la ribera del Guadalete y otros muchos ríos, lo
que es el salmón para los pueblos nórdicos. Las futuras excavaciones seguro que
desvelaran esta y otras muchas preguntas.
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