miércoles, 10 de septiembre de 2014

EL USO HISTÓRICO DE LOS RECURSOS NATURALES DEL ENTORNO DEL CASTILLO DE DOÑA BLANCA.

EL USO HISTÓRICO DE LOS RECURSOS NATURALES DEL ENTORNO DEL CASTILLO DE DOÑA BLANCA.

Texto fotografías y reconstrucciones de Juan José López Amador y José Antonio Ruiz Gil

Recursos en el medio físico.




Fotografía de satélite Google Hearth, donde hemos situado los hitos más inmediatos e importantes de la Sierra de San Cristóbal en la zona que rodea Doña Blanca. 1 Doña blanca. 2 Poblado de La Dehesa. 3 Ciudad del siglo IV. 4 Necrópolis de Las Cumbres. 5 Área de posibles estructuras portuarias. 6 Zona donde se encuentran las cazoletas. 7 Madre Vieja del Guadalete, antigua costa. 8 Poblado de Las Cruces. 9 Arroyo Carrillo. 10 Área con acueductos en galerías para el agua. 11 Aunque hemos situado con este número Las Cuevas-Canteras, están por toda la Sierra. 12 Bosque de pinos en zona militar. 13 Bosque de pinos de Pinar de Coig. 14 Depósitos de aguas de la Confederación. 15 Cantera de los años 60-70, de donde posiblemente procedía el gran Menhir. 16 La barriada ilegal de Las Canteras, en crecimiento.


Reconstrucción ideal con la fotografía de satélite anterior, del entorno de la ciudad de Doña Blanca

            La Sierra de San Cristóbal es una pequeña elevación geográfica situada entre las poblaciones de El Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera, al Norte; al Este la parte más cercana al río Guadalete, que divide los términos municipales de estas dos ciudades. De relieve suave, con una cota máxima de 124 metros en el cerro de San Cristóbal y otra de 102 metros en el cerro de las Canteras. La sensación de mayor altura la provoca el hecho de dominar el antiguo estuario del río Guadalete, las actuales marismas, la bahía de Cádiz, y de otear algunas alturas de la Sierra de Cádiz. Al Norte y al Oeste se sitúan las tierras "albarizas" de la campiña del Marco de Jerez.
            La Sierra de San Cristóbal es una formación del Subbético, cronológicamente del Plioceno Superior, constituida por areniscas de cemento calcáreo, también llamadas calcarenitas, que "tienen un 40% de arena de cuarzo de tamaño medio o grande, con una matriz calcárea y algo de glauconita" (López Amador, y Ruiz Gil, 2007a):. Los estratos tienen una disposición cruzados planos y de surcos. Probablemente correspondan a barras regresivas. Tienen una potencia de 40-50 metros, y se explotan hoy día tanto para extraer arena, como en bloques para construcción e ingeniería. El hallazgo de fósiles suele ser esporádico, presentando una conservación de gran calidad; los mas abundantes son los hallazgos de grandes equinodermos, principalmente Clypleaster aegyptiacus, y moluscos bivalvos.


Equinodermo (erizos, estrellas de mar...) y molusco bivalvo de la Sierra de San Cristóbal (Museo Municipal).
            El piedemonte de la formación descrita culmina con los conglomerados de óstreos y pectínidos (llamados en la región "piedra ostionera"), también del Plioceno Superior, de un metro de potencia y cota máxima a +35 m., cubiertos con arenas arcillosas rojas, que ofrecen una cobertura vegetal típica de monte bajo.
La extracción de piedra en San Cristóbal siempre ha estado presente desde que los primeros pobladores se asentaron en ella y sus cercanías durante el III milenio a. C., perdurando, probablemente sin solución de continuidad, hasta nuestros días. La piedra para la cantería de construcción se convirtió con el tiempo en una de las industrias artesanales más arraigada de la zona, ocasionando las explotaciones que se realizaron una importante transformación del paisaje, y generando, las que se excavaron en galería, formas arquitectónicas de carácter monumental, conocidas hoy localmente como "las Cuevas".

Arriba, gran cueva-cantera en la zona militar con una cobertura vegetal importante. Abajo, cueva-cantera utilizada como vivienda hace unos años. Aún  en la actualidad son utilizadas en la barriada que crece entorno a ellas.

            Las prospecciones y excavaciones arqueológicas realizadas durante estos años, han proporcionado una gran información sobre la ocupación estable de grupos humanos que se asentaron en la Sierra de San Cristóbal. El primer núcleo consolidado es un hábitat preurbano en torno a La Dehesa fechado a mediados del III milenio. Este paraje esta situado al pie de la sierra junto a Doña Blanca, entonces a orillas del mar. Las excavaciones arqueológicas parciales que se han realizado manifiestan la presencia de un poblado de la Edad del Cobre conformado por cabañas de planta circular (2,5-3 m. de diámetro), ahondadas en el suelo (0,50 metros) y calzadas con zócalos de mampostería, cubriéndose con toda posibilidad con materias vegetales revocadas posteriormente con tapial (Ruiz Mata 1986). Aquí se encuentran, aún a pequeña escala, los primeros aprovechamientos de la piedra de la sierra.



Planta del poblado excavado en La Dehesa, tomada de Ruiz Mata, D. y Pérez, C. J. 1995.

            La explotación a gran escala de la piedra llegará con la fundación a comienzos del siglo VIII a C. del poblado fenicio del Castillo de Doña Blanca, habitado hasta fines del III. Los aspectos urbanísticos de esta ciudad presentan unas características únicas, cuna del urbanismo de Occidente, quedando reflejada en la exquisita cantería de las distintas murallas, la del s. VIII a. C. conserva 3 m. de altura, 1,50 m. de anchura y se asienta sobre un zócalo de 2 m. de anchura y 1 de altura. Las caras visibles se construyeron con sillarejos perfectamente escuadrados y el interior con un conglomerado de mampuestos y arcilla roja. Estos lienzos se utilizaron como cimiento para levantar la muralla helenística de los s. IV-III a. C. la de mejor cantería. La calidad de la construcción habla de la extraordinaria especialización alcanzada en los trabajos de cantería durante el I milenio a. C. Es el primer lugar donde queda clara la utilización de forma industrial en la extracción de la piedra de San Cristóbal. Lo cierto es que aún no sabemos si pudieran quedar en el entorno alguna cantera de estos periodos, tampoco sabemos si la extracción se realizaba en galería (buscando las vetas de piedra más dura, llamada ‘Palomera’, algo más oscura que la piedra blanda llamada ‘Franca’, manteniéndose la tradición), o estaban a cielo abierto.


Fotografías de Francisco Alarcón, arriba, parte de la muralla Barcida de Doña Blanca la más moderna. Abajo detalle constructivo con la piedra de la Sierra San Cristóbal.

            En el Libro del Repartimiento del término portuense (M. González Jiménez, 2002), fechado entre 1264 y 1275, se menciona un paraje extenso en huertas junto a la antigua ‘madre vieja’ del Guadalete, que hoy reconocemos como la primera denominación historiográfica de un enclave serrano: Sydonia. El nombre se ha conservado en su derivación de Pago de Sidueña designando a una amplia franja situada entre las marismas del Guadalete y la falda sur de la sierra. En varias ocasiones, hemos apuntado los motivos que nos llevan a pensar que su poblamiento durante el medievo se conformó principalmente en viviendas rupestres, en alguna medida deformadas y ampliadas por las explotaciones del siglo XVIII y XIX, ocupando también el tell de Doña Blanca. La población desapareció, según el historiador local Hipólito Sancho (1943), a fines del s. XV, aunque aún hoy parte de los moradores serranos habitan en cuevas trogloditas o semitrogloditas. De cualquier forma, queda de fines del XV una pequeña atalaya conocida como Castillo de Doña Blanca fabricada en roca arenisca y, hoy, muy reconstruida.



Fotografías de dos figuras antropomorfas, en este caso se han tallado dos bustos, de los que no sabemos nada más que su existencia porque lo hemos visto y estas son sus fotografías, pero hoy día posiblemente queden bajo las construcciones ilegales.

            Durante el Medioevo la traída de arenisca desde San Cristóbal a El Puerto se realizaba en gabarras a través del río. A este respecto tenemos un documento extraordinario del siglo XIII, nos referimos al cancionero de Santa María de El Puerto de Alfonso X, en él se cuentan los milagros de Nuestra Señora durante la construcción de la Iglesia Fortaleza de Santa María, Castillo de San Marcos, una de estas cantigas la 358 trata de la cantería (Montoya Martínez 2006).
Entre los muchísimos datos hemos seleccionado sólo alguno, lo que nos da una idea del volumen de piedra extraída para la construcción de la Catedral de Sevilla. La propia iglesia poseía varios muelles dedicados al transporte de la piedra, tanto en El Puerto como en Sevilla. En la primera mitad del siglo XVI salieron de la Bahía de Cádiz unos 1.500 barcos cargados con piedras con destino Sevilla. De la piedra consumida por la Catedral entre los años 1547 a 1570, pertenecían a las canteras de San Cristóbal 17.119 carretadas (Rodríguez Estévez 1998).



Figuras antropomorfas a la entrada de una Cueva-Cantera. Inscripciones a cielo abierto en el carril de entrada a un cueva-cantera.

            El volumen de extracción de piedra para la construcción de la Catedral de Sevilla, solo es comparable con el material necesario en la construcción de las murallas en Doña Blanca, salvando las distancias, castillos monasterios, iglesias, palacios y casas, e infinidad de obras de ingeniería civil de todas las épocas, han utilizado la piedra de San Cristóbal para su construcción.
            La documentación más antigua referida a las canteras de San Cristóbal que se encuentra en el Archivo Municipal de El Puerto de Santa Maria data de comienzos del siglo XVIII, teniéndose que entender la falta de documentos de los siglos inmediatamente anteriores una mera pérdida de los mismos, si bien parece evidente que con el XVIII comienza de una forma organizada e intensiva la explotación de canteras en grandes espacios (López Amador, Pérez Fernández, y Ruiz Gil 1991).
            La documentación del Archivo portuense ofrece 36 nombres de canteras, difícilmente identificables en su totalidad. A continuación daremos algunos de los nombres de estas canteras, tal y como aparecen en la documentación:
Mata Sano, Los Pilares, Los Pilares Chico, La Mujer, Navarro, Barras, El Conejo, Cañada de Navarro, de los Barros, del Gigante, los Carrisa, Vieja de Cortes, Cañada de Larmita, José Barela, Cañada del Ganado, Cañada del Puente, Algarrobo, de Francisco Caballero, de Telégrafos, Hermita, de Buenavista, de José Soto, El Gigante, Virgen de los Milagros, San Isidro, Quebrantahuesos, La Higuera, El Algarrobo, El Hoyo de Ventura, Los Cañones, y El Hornillo.
            El Ayuntamiento de El Puerto de Santa María patrocinó en 1930 un proyecto para la explotación turística de las canteras denominadas entonces catacumbas, respaldado con una visita que hizo el Rey Alfonso XIII. Se realizaron muchas visitas preparándose comidas multitudinarias en el interior de las cuevas, pero en poco tiempo volvieron al olvido.



Arriba, las tareas cotidianas en una vivienda troglodita en San Cristóbal, a comienzos del siglo XX. Abajo, visita de S.M. Alfonso XIII, en los años 30 del siglo pasado, a las Cuevas-Canteras.  Fotografías cedidas por el Centro Municipal de Patrimonio de El Puerto de Santa María.

            No ha sido hasta muy recientemente cuando hemos comenzado a estudiar en profundidad un recurso como es el agua. Muy abundante dadas las características físicas ya mencionadas, actuando esta pequeña Sierra como acuífero. No sólo hemos encontrado pozos para agua en la ciudad, que son los mas antiguos hasta el momento; en San Cristóbal los manantiales son muy importantes, de hecho, al menos desde el siglo XVI abastecen a la ciudad de El Puerto de Santa María (Caballero 2006). El pozo localizado en el bastión circular situado en la actual entrada, fue útil hasta el siglo III a. C., aunque podría ser muy anterior, así lo avalan su situación en la ciudad y el entorno perfectamente protegido.


Fotografías de dos galerías de La Piedad, posiblemente las más antiguas, están junto a Doña Blanca, también las hemos encontrado debajo del yacimiento, galerías de Sidueña, como hemos publicado en este blog.

            Aún no sabemos con cuantos manantiales contaba la sierra en la Antigüedad, en época moderna se mencionan al menos tres, que sepamos por el momento. En la actualidad tenemos localizados dos de estos manantiales, que son: los de La Piedad, situados al este del Pinar de Coig, y el de Sidueña, en parte situado bajo las propias ruinas de Doña Blanca.
            Para aprovechar y canalizar esta agua se han construido excavando en la roca un sin fin de galerías subterráneas que recorren toda la falda suroeste de la Sierra de San Cristóbal. En el siglo XVII se mencionan las ‘minas viejas’, galerías que podrían ser de momentos más antiguos, tal vez, incluso alguna pudo servir para abastecer la ciudad de Doña Blanca. De hecho, algunas de estas galerías excavadas en la roca atraviesan por el sur parte de la ciudad; en la actualidad llevan agua, si bien los depósitos calcáreos de las paredes nos hablan de caudales mucho mas importantes en la Antigüedad.
            Las consideraciones ambientales actuales nos muestran áreas con distintos grados de conservación. Se establecen importantes diferencias de calidad en el seno del propio ámbito, y las zonas inmediatamente circundantes. En efecto, podemos distinguir hasta cinco tipos diferenciados de vegetación y suelos, pinares naturalizados, matorrales propios compuestos por retamares y tomillares, matorrales de regeneración (retamas), restauraciones paisajísticas, y eriales degradados. Una margarita autóctona ha sido redescubierta, se ha encontrado una población de Anthemis bourgaei, especie catalogada como vulnerable por la Ley de la Flora y Fauna Silvestres de Andalucía; así como en peligro, en el Libro Rojo de la Flora y Fauna Silvestres de Andalucía ( Mellado y Gómez 2005). Aunque con áreas muy degradadas, aun se conserva una vegetación abundante, pero distinta a la que fue en la Antigüedad, como más adelante veremos.
            Es muy abundante la fauna que aún podemos ver en el ámbito que estudiamos, especial mención merecen dos de ellas: el camaleón, que es abundante, y el cernícalo primilla, que casi ha desaparecido. Ambas están en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. Pero también encontramos el cernícalo vulgar, y abundantes grajillas. Las aves son muy abundantes en general, la ubicación de las marismas, el Parque Natural de la Bahía de Cádiz, y las Lagunas Endorreicas en el entorno, convierten a San Cristóbal en lugar para nidificar y de paso. La abundancia de conejos llega incluso a presentar serios problemas de conservación, sobre todo en la Necrópolis; proliferación facilitada por la ubicación de un coto de caza en la misma. Perdices, lirones, erizos, culebras, lagartos y lagartijas son los animales más comunes, aunque muchas más especies están presentes. Pero, sin duda, la joya faunística de San Cristóbal junto al Camaleón, son las colonias de murciélago común y de murciélago hortelano, colonias que han aumentado amparadas en la oscuridad y protección de algunas de las cuevas fabricadas por el hombre para la explotación de uno de los recursos naturales más significativos del lugar: la piedra.







Arriba, Pinar de Coig. Abajo, toros y la Sierra San Cristóbal al fondo
















Los estudios de los recursos vegetales del entorno de Doña Blanca.

            Con todo lo que hemos expuesto esperamos dar al lector una visión muy general de aspectos medioambientales muchos de ellos desconocidos, que nos ponen de manifiesto la importancia de los recursos que ha ofrecido durante mucho tiempo esta pequeña sierra y su entorno más inmediato para la supervivencia durante milenios de las poblaciones mas cercanas. Como ocurrió en su momento con la ciudad que está en el Castillo de Doña Blanca, cuya estratigrafía nos ha ofrecido una importante serie de datos, resultado de los distintos estudios analíticos que, junto a otros yacimientos, van aportando una mejor comprensión del medio.


Izquierda. Parte alta de la Sierra de San Cristóbal, al fondo de la fotografía se encuentra la Ciudad del siglo IV, donde se han excavado importantes estructuras dedicadas a la producción de vinos, aqui son los palmitos y el tomillo los más abundantes. Derecha. Detalle de plantas en las grietas del suelo rocoso.

            El área entorno al Castillo de Doña Blanca se nos presenta como un auténtico paraíso para la obtención de recursos naturales, a los ya citados propios de la Sierra San Cristóbal tenemos que sumar el de su entorno mas inmediato. Nos referimos a espacios geográficos que han ofrecido biotopos ricos en fauna y vegetación, como la Laguna del Gallo y las Lagunas Endorreicas, en la actualidad formadas por tres lagunas protegidas, pero que en la antigüedad, que sepamos, eran siete, Salada, Juncosa, Chica, Los Milagros, San Bartolomé, Santa Rosa y Los Tercios; las marismas y la costa, cuyos resultados analíticos han dado muestras de la obtención de alimentos y bienes. Y los análisis de polen y semillas, que nos muestran desde la Edad del Cobre la biodiversidad en la vegetación, y como ésta se transforma y adapta según el hombre va dominando el medio. Bosques de pinos y encinas, que se cambian por los de sauces y olmos, nos indican cambios paleoclimáticos y paleoecológicos. Una agricultura, de la que contamos con precarios datos en la Antigüedad, aunque algunos se exponen, que se va especializando, como vemos, en el momento más álgido de la ciudad que esta ubicada en el Castillo de Doña Blanca, del modo que a continuación exponemos.
            Los estudios polínicos realizados en los yacimientos de Doña Blanca y Pocito Chico fueron realizados y publicados por D. José Antonio López Sáez y Dª. Pilar López García, del Grupo de Investigación de Arqueobotánica, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid.
Por otra parte, la palinología se completó con el estudio carpológico. Éste se realizó en dos etapas. La primera se remonta al año1986. Se trata de un estudio realizado por D. Javier Chamorro y publicado en el ya clásico Roselló, E. y Morales, A. (1994): Castillo de Doña Blanca. Archeo-environmental investigations in Bay of Cadiz. Spain (750-500 B.C.). B.A.R. International Series 593, Oxford, sobre la Fosa 30 de las excavaciones en el Castillo de Doña Blanca. La segunda ha sido realizada recientemente por D. Guillem Pérez Jordá, de la Universidad de Valencia. El análisis carpológico en este caso se realizó con muestras de los yacimientos de La Viña, Doña Blanca, Pocito Chico, Puerto 19, y El Palomar, todos situados a una distancia máxima de unos 20 km.


Diagramas realizados por nosotros de los siglos VIII al III a.C., del Castillo de Doña Blanca. 1 árboles, 2 arbóreo-arbustivo, 3 plantas. Datos tomados de López Sáez, J.  A; López García Mª. P. 2003.
Siguiendo los datos del trabajo de López Sáez y López García (2003), hemos confeccionado los diagramas para los siglos VIII al III a. C., en el Castillo de Doña Blanca, la mayor representación arbórea la tiene, como no, el pino (Pinus Pinea), estos árboles como hemos visto nos acompañan desde los primeros asentamientos humanos. También están presentes, como corresponde, el alcornoque (Quercus suber), el acebuche (Olea europaea), además del sauce (Salix). Los arbustos están representados por la sabina (Juniperus), el brezo (erica), la jara (Halimium halimifolium), o el romero (Helianthemum). Algunas hebáceas citadas son el gamón (Asphodelus albus), el llantén (Plantago lanceolada), el cardo (Asteraceae cardueae), la cola de caballo (Equisetum), o el helecho.






Diagramas realizados por nosotros sobre la agricultura en Doña Blanca, datos tomados de J.G. Chamorro en Roselló Izquierdo, E. y Morales Muñiz, A. 1994, de los siglos del VIII al IV a. C., se observa que destacan tres cultivos en particular en todas las épocas. el trigo, la cebada y la vid.
  
La analítica carpológica realizada para Doña Blanca cuenta con una cronología que abarca desde el siglo VIII a.C., hasta el V-IV a.C., En el diagrama que hemos confeccionado con los datos figura….la hemos dividida en cuatro fases, de la Fase I, podemos comprobar como la cebada representa el pico más alto seguido del trigo, la vid, y las leguminosas. En la Fase II, el trigo presenta su dato mas alto, seguido de la vid, que comienza a ser un cultivo destacable, la cebada, y las leguminosas. La Fase III esta dominada por el trigo y la cebada, aunque la vid sigue con una representación muy significativa. Es en la Fase IV donde la vid se destaca de forma importante, no sólo es el principal recurso agrícola, es en esta fase donde encontramos la mayoría de infraestructuras vitivinícolas: bodegas, lagares, hornos, etc., en la Sierra de San Cristóbal y Doña Blanca (López y Ruiz 2007).
De una de las factorías de pesca Fenicio-Púnicas de la Bahía Gaditana fechadas en los siglos VI al III a.C., hemos podido realizar análisis carpológicos. Las muestras pertenecen a Puerto 19, y nos han proporcionado un conjunto de materiales muy homogéneo. Son restos de vid, pepitas de Vitis Vinifera, cáscaras de piñones y brácteas de pinos. Es evidente que este registro debe estar condicionado por las actividades realizadas en la misma. A partir del registro arqueológico se plantea el uso de esta zona para la elaboración no solo de derivados del pescado, sino para el vino o el vinagre, que se utiliza también para la elaboración de conservas y otros derivados del pescado.
La presencia en estos enclaves no solo de las pepitas de uva, sino de pequeñas hoces de poda y la localización de las huellas de los ‘cajones’ de viña excavados en la arena en el yacimiento de Cantarranas con una propuesta cronológica a las factorías de pesca Fenicio-Púnicas, (López y Ruiz 2007), es posible que nos estén ofreciendo los datos de una explotación agrícola especializada, que surten de uva éstas y otras industrias, como las de Doña Blanca. A este respecto tenemos que destacar, que el auge de las factorías Fenicio-Púnicas, productoras de uva, coincide con la mayor presencia de la vid en la Fase IV del diagrama de Doña Blanca.
También de Doña Blanca contamos con el análisis a una muestra que proviene de un nivel del S. V a. C. Está formada por una concentración de trigo desnudo, procede del nivel llamado de la Casa Quemada. Se trata de una habitación, posiblemente una cocina, o almacén, que durante su uso sufrió un incendio. Este proceso carbonizó de forma accidental una gran cantidad de semillas que se encontraban almacenadas. El conjunto de trigo desnudo está formado cariópsides de la variedad más alargada, siendo mínimo el de los individuos que corresponden a las formas compactas. Este conjunto constituiría un nuevo ejemplo de que a lo largo de la Protohistoria la práctica habitual de cultivo son los campos de cereales con pocas o una sola especie.

Semillas de trigo del Castillo de Doña Blanca, fotografía de Guillem Pérez Jordá.

Este conjunto está acompañado de un grupo de malas hierbas. Se trata básicamente de un conjunto de gramíneas en las que destaca la cizaña (Lolium temulentum), los alpistes (Phalaris), y la presencia de Malva. Son especies que acompañan a los cereales y que por su morfología resultan complicados de eliminar durante los procesos de limpieza del grano. Nos están indicando que los suelos que se destinan a esta producción son profundos y relativamente ricos en nutrientes.



Visión desde la Sierra de San Cristóbal, en la Ciudad del siglo IV, al fondo los meandros actuales del río Guadalete, a la derecha de la fotografía nos queda Doña Blanca



Fotografía aérea con la reconstrucción ideal del paisaje de Doña Blanca en los primeros momentos de la ciudad a comienzos del I milenio antes de nuestra era.

La fauna según la analítica de los restos.
           
                Los restos procedentes de Doña Blanca han sido publicados por Eufrasia Roselló Izquierdo y Arturo Morales Muñiz, en Castillo de Doña Blanca. Archeo-environmental investigations in Bay of Cadiz. Spain (750-500 B.C.). BAR International Series 593, Oxford (1994). En líneas generales, en el Castillo de Doña Blanca, los mamíferos no son la fauna dominante, al menos en el espacio excavado que sirvió como muestra del yacimiento. Los 163 restos de mamíferos que, por lo menos, había en la FO-30 daban una entidad relacionada con un basurero de cocina. Con la mayoritaria aparición de ovejas y cabras, junto a una pléyade de elementos de ambas especies. Con un comportamiento similar al anterior a nivel de restos encontramos a las vacas. Los restos de cerdos, corresponden a individuos de corta edad. Los autores del estudio proponen un consumo ligado a los indígenas, ya que a los fenicios se les presume la prohibición semita.
En la FO-30 de Doña Blanca destacan especies como la musaraña común (Crocidura russula), el lirón careto (Eliomys quercinus) y el ratón de campo (Apodemus sylvaticus). Se trata de especies de nuestro ecosistema. En este sentido parecen apuntar los restos de conejo que, al encontrarse algunos quemados –sobre todo en los niveles más antiguos- y acompañados de liebres, reflejan si no una posible domesticación, por lo menos la caza. Ya es conocida la caza del ciervo rojo en otros yacimientos cercanos. Doña Blanca no podía ser una excepción. Y con la caza en general se relaciona la aparición de perros de un tamaño medio, unos 40-50 cm. en las fases más antiguas. De este modo, las marcas que se ven en los huesos se interpretan como marcas de actividad de los propios canes.
            No hay que olvidar las especies introducidas, como el burro (Equus asinus) al menos entre el 600 y el 575 a.C. O la gallina (Gallus gallus) de pequeño tamaño y un consumo relacionado con aspectos religiosos. Siguiendo con las aves, algunas marinas como el cormorán grande (Phalacrocorax carbo), el tarro blanco (Tadorna tadorna), o las gaviotas cana o picofina (Larus canus/genei), o la patiamarilla/ o sombría (Larus cachinnans /fuscus) y otras acuáticas como la espátula (Platalea leucorodia), el ánade real (Anas platyrhynchos), el pato colorado (Netta rufina), y la polla de agua (Gallinula chloropus), que sugiere la caza con perros. En cualquier caso las especies relacionadas con el agua van descendiendo en importancia a lo largo del tiempo. Entre las aves terrestres, el milano (Milvus sp.), el águila imperial (Aquila adalberti), el sisón (Tetras tetras), el zarapito real (numenius arquata), la tórtola (Sterptotelia turtur), y un posible zorzal alirrojo (Turdus cf. Iliacus), amén de la perdiz común (Alectoris rufa), que fue la especie más frecuente hasta su sustitución por la introducida gallina. Finalmente, no hay que olvidar las cáscaras de huevo de avestruz (Strutio camelus).
            Las posibilidades que el mar ha ofrecido a los habitantes de Doña Blanca, fueron infinitas, no solo se trataba de una ciudad con un puerto comercial donde arribaban productos exóticos procedentes de todos los puertos mas lejanos, desde África y la Europa Atlántica, a los de todo el Mediterráneo. Nuevas especies marinas debieron incorporarse a la cadena alimenticia de los habitantes de la zona, aunque no cabe duda que siempre se han explotado los recursos marinos como veremos, pero no es hasta la instalación de la ciudad cuando se comienza una explotación de los recursos marinos a gran escala, llegando a unos niveles económicos fundamentales durante centenares de años.
            La explotación de recursos marinos culmina con la creación de las factorías de salazones de época Fenicio-Púnicas, siglos VI al III a.C., en la costa situada entre los ríos Guadalete y Salado, que como hemos visto anteriormente, al principio, también son explotaciones agrarias, o al menos de viñedos. Así pues, la industria de la almadraba para la salazón del pescado, y en especial de atunes, se inicia en la Bahía de Cádiz.
            La geografía en la antigüedad no tendría nada que ver con la actual Bahía de Cádiz, y mucho menos la riqueza marina. El producto del marisqueo durante las mareas, y la pesca del día seria lo cotidiano en el ajetreo portuario de la ciudad, y esto sí que lo sabemos gracias, como hemos dicho, a los estudios dirigidos por Eufrasia Roselló Izquierdo y Arturo Morales Muñiz, que de modo muy general, como no podría ser de otra manera, exponemos seguidamente.


Reconstrucción ideal de la llegada de un barco pesquero a  la ciudad que está en Doña Blanca en los momentos más antiguos, y los hitos principales.

            El marisqueo es practicado por todos los pueblos que habitaron la bahía desde la antigüedad más remota. La importancia del marisqueo y la pesca en la dieta alimenticia se evidencia a partir de los restos encontrados en la Fo-30 (siglo VIII a.C., hasta el V-IV a. C.), del Castillo de Doña Blanca. Solo de este perfil estratigráfico se han recuperado cerca de 16.000 restos. El conjunto de especies lo constituyen, 19 bivalvos y 13 gasterópodos marinos, 11 pulmonados, 1 cefalópodo y un bivalvo de agua dulce. Coquinas, almejas, muergos, burgaíllos y lapas, constituyen la gran mayoría (Roselló Izquierdo, E. y Morales Muñiz, A. 1994). Básicamente los mismos restos que encontramos en todos los yacimientos excavados hasta el momento, desde los poblados neolíticos, hasta las aldeas andalusíes.
            La mayoría de los restos pertenecen a las especies más comunes y conocidas, mencionadas anteriormente, aunque hay otros muchos moluscos que están presentes, como por ejemplo: boca, bogavante, calamar, cangrejo moro, cañeta, centolla, choco o jibia, chorizo negro o carabinero, chorizo blanco, chorizo rojo ó langostino moruno, cigala, galera, gamba, langosta común, langosta roja o moruna, langosta verde, real, gris o del Sahara, langostino, y pulpo.


En los dibujos que hemos coloreado, tomados de Roselló, E. y Morales, A. 1994, encontramos una buena representación de cómo el aporte de los sedimentos del río Guadalete afectan a la pesca en Doña Blanca, y culminará llenando la bahía interior donde se ubica la ciudad, convirtiéndola en la marisma que es hoy. Al principio la pesca de especies migratorias, así como las autóctonas son fáciles de capturar cerca de la ciudad, para ir alejándose con el tiempo. Sin embargo otras especies como el esturión aumentan con el acercamiento de la desembocadura del río, así como las procedentes del marisqueo.

            Respecto al pescado son muchas las especies, pero no sólo son peces para la salazón los capturados, hay un gran número de ellos. Esto demuestra que estos pescadores tenían mucho conocimiento de las diferentes artes para la captura. Así, la presencia de las siguientes especies constatadas en distintas épocas; Acedía, Acedía blanca, Anguila, Aligote, Atún rojo, Baila, Barbo, Besugo, Breca,  Boga, Bonito, Boquerón, Burro, Dentón, Dorada, Caballa, Cañabora, Cazón, Congrio, Corvina, Chicharro, Chucho, Estornino, Esturión, Faneca, Gallo, Jurel, Lenguado, Lisa, Lubina, Marrajo, Melva, Mero, Mojarra, Herrera, Morena, Musola, Pargo, Pardete, Pez espada, Pez sapo,  Pintarroja, Urta, Raya, Rape, Raspallón, Rodaballo, Róbalo, Salmonete, Sama, Sargo, Sardina,  y Zapata.
            Finalmente, no sabemos qué papel pudiera haber jugado en Doña Blanca las migraciones de los sábalos, Alosa alosa, en el río Guadalete, sabemos que en la Antigüedad era abundante, aunque debemos destacar que no tenemos aun constancia arqueológica de este pescado. El río era utilizado para el desove, de primavera a verano. El sábalo debió ser en la Antigüedad para los pueblos de la ribera del Guadalete y otros muchos ríos, lo que es el salmón para los pueblos nórdicos. Las futuras excavaciones seguro que desvelaran esta y otras muchas preguntas.


BIBLIOGRAFÍA

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