2.308. LAS ALDEAS
ANDALUSÍES DE LA CAMPIÑA (y 2). Isla Cartare (VII)
30-11-2.014
1 Localizaciones de las aldeas andalusíes en el término portuense. En verde, las que se rememoran en esta nótula.
Completamos
en esta entrega el recorrido por las once aldeas o alquerías andalusíes que
iniciamos en la anterior (ver nótula 2.294), las
que se distribuían por la campiña portuense hasta que fueron repobladas en
1268, tras la definitiva conquista alfonsí (1264) de las poblaciones y tierras
del territorio gaditano-xericiense. Las ya rememoradas, Grañina-Grañinilla, Campix,
Fontanina
y Poblanina, se emplazaban al norte de la laguna del Gallo y fueron
–las dos primeras- las poblaciones más importantes de la campiña, según se
infiere del Libro del Repartimiento y
de las prospecciones arqueológicas.
Las
otras seis se emplazaban al sur y sureste de la laguna y todas teniendo al agua
como protagonista de su espacio vital: Finojera junto al arroyo Campillo,
derivado del Salado de Rota; Bayna junto al Salado; Villarana
en las inmediaciones del Salado y del afluente de su nombre; y al sureste, Bollullos
en la laguna Salada y Machar Grasul y Machar Tamarit en
derredor de la pequeña marisma de los Tercios, al pie norte de la Sierra de San
Cristóbal.
Todas las alquerías andalusíes que existieron en el
término portuense dependieron fiscal y administrativamente de Jerez (Saris), la capital de la cora de Sidonia desde la segunda mitad
del siglo X. Pequeñas aldeas integradas por pobladores unidos por lazos
tribales, que mantendrían el modo de vida islámico que arraigó a partir de la ocupación
a comienzos del siglo VIII de la decadente sociedad hispano-visigoda. Las
principales poblaciones –Campix, Grañina-Grañinilla, Casarejos, Al-Qanatir- fueron
fortificadas con torres y recintos murados y comunicadas por caminos que han perdurado
hasta nuestros días. Las viviendas, sobrias, sin mostrar la diferenciación social
y económica de sus moradores: las pequeñas ventanas de celosía, para ver sin
ser vistos; el zaguán que daba paso al espacio que era el centro de la vida
familiar, el patio, con el agua presente en forma de aljibe o pozo y pla2 Fotografía aérea de Finojera con la toponimia de su entorno. Abajo, el cruce de las carreteras El Puerto-Sanlúcar y Jerez-Rota.ntas y
flores que graduaban la temperatura de las viviendas; y alrededor, los
dormitorios, las salas, la cocina y el aseo. Y como centro espiritual de las
alquerías, las mezquitas, lugar no sólo donde se realizaba cinco veces al día
el obligado rezo o salat, también
lugar de encuentro donde se trataban y compartían los
asuntos comunitarios. Y al menos en las principales alquerías, los zocos, donde
se vendían los productos agrícolas y ganaderos del entorno y las manufacturas
necesarias para la vida cotidiana. Y las escuelas coránicas donde se aprendía a
leer, escribir y memorizar con rezos las enseñanzas del Profeta.
2 Fotografía aérea de Finojera con la toponimia de su entorno. Abajo, el cruce de las carreteras El Puerto-Sanlúcar y Jerez-Rota.
Finojera
3 Fragmento de borde de tinaja estampillada con las palabras ‘La Paz’, procedente de la alquería de Finojera. / Museo Municipal.
Esta
alquería, variación de la voz ‘hinojera’, de ‘hinojo’, se encontraba en el
espacio que media entre la torreta del depósito de agua de la carretera El
Puerto-Sanlúcar y el cruce de ésta con la de Jerez-Rota, en el cerro de Venta
Alta (que alude a la venta-posada que aquí existía en el siglo XIX, mencionada
por algunos viajeros románticos), pero su antiguo nombre se ha conservado en las
tierras de Hinojosa Alta y Baja, en linde y al sureste de la alquería andalusí.
Aquí, junto al cruce de las carreteras indicadas, la alquería recibía las aguas
del arroyo Campillo –el que a comienzos del siglo XVI llamaban del Serrano-, afluente del Salado y
procedente de las tierras de Bayna, como bien menciona el Libro ubicando el límite sur de Finojera: “parte por término de Vayna por el arroyo arriba”. En linde al
arroyo Campillo se encuentran los antiguos Pozos del Duque, por los de
Medinaceli, los señores jurisdiccionales de El Puerto, que ciertamente fueron,
ya a mediados del siglo XV, propietarios de estas tierras entonces nombradas Inogeruela.
4 Fragmento de candil con decoración pintada, típico de la región norteafricana, prospectado en Finojera. / Museo Municipal.
Consta
la existencia de una mezquita en la alquería y un número indeterminado de casas
que en 1268 se repartieron –fronteras a sus nuevas tierras, distribuidas de
forma radial- a seis repobladores.
En el
plano que encabeza esta nótula marcamos dos puntos en rojo (con interrogantes)
situados al este de la laguna del Gallo y al norte de Finojera. Son dos
yacimientos andalusíes que localizamos en las prospecciones arqueológicas -en
el entorno de las casas de Bulé y María Manuela-, que debieron de ser pequeñas
casas rurales vinculadas a las alquerías próximas.
5 Fotografía aérea de Vaina con los hitos mencionados en el Libro del Repartimiento.
Bayna
Al este
de Finojera se encontraba Bayna o Vayna (que con ambas grafías lo nombra el
Libro del reparto), topónimo que ha llegado a nuestros días en la forma Vaina
nombrando a un cortijo y a las tierras donde se levantó la alquería. Acaso su
nombre proceda del patronímico latino Baius,
o quizás del bayna árabe, con el
significado ‘entre’ (de haber sido así, el nombre andalusí completo se perdió
porque en su origen aludiría a dos espacios o accidentes geográficos ‘entre’
los que se ubicaría la alquería).
6 El cortijo de Vaina y las tierras donde existió la aldea andalusí. / Foto, Juan José López Amador.
Al pie
oeste de la alquería transcurre el arroyo Salado, el río Casarejos del siglo XIII, que debió de estar plenamente
vinculado a la población andalusí como vía de comunicación. Consta que hasta
las primeras décadas del siglo XX quienes habitaban el cortijo hacían uso de un
embarcadero sito al pie de la antigua aldea, donde existía un embarcadero y una
barcaza en la que cargaban los productos hortícolas para su venta, vía arroyo
Salado, en Rota y Cádiz.
7 Monedas andalusíes de Vaina: 1 a 3: Feluses de cobre, fechables en los primeros momentos de la conquista musulmana. 4: no identificada, de bronce. 5 a 9: dirhems de plata. Todas las monedas son de la colección de don Manuel Ortega. / Foto, J.J.L.A.
No se
nombra en el documento medieval el reparto en su solar de casas, pero la
localización de cerámicas y monedas en su solar prueban su ocupación en época
hispanomusulmana, y la conservación del nombre hasta nuestros días, su
identificación.
8 Fragmento de tinaja con decoración estampillada y vidriada en verde, procedente de Bayna. / Museo Municipal.
9 Fotografía aérea de Villarana con la toponimia en torno al yacimiento. Arriba a la izquierda (señalado con un círculo) se sitúa el Vado del Salado.
Villarana
10 Caserío de Villarana, donde se ubicaba la aldea de su nombre. / Foto, J.J.L.A.
Se localiza al sur de Bayna, en un cerro
de suave pendiente próximo al Salado (400 m) y al arroyo de su nombre (800 m).
El topónimo ha perdurado dando nombre a un caserío que de muy antiguo se
levanta sobre el cerro y en torno al cual se encuentra el yacimiento
arqueológico andalusí. Al pie sur, junto al cruce donde se unen las veredas de
Villarana –que conduce a El Puerto- y la del Vado de Villarana se halla un
viejo pozo concejil con abrevadero.
11 Otra imagen de Villarana, desde el sur. Al pie de la vereda, el antiguo pozo concejil. / Foto, J.J.L.A.
Tampoco se menciona en el documento
alfonsí el reparto de casas de la alquería, que obviamente las tuvo, sólo el
reparto de lotes de tierras a 133 repobladores, número –el mayor de los que
recibieron tierras en la campiña- que habla de la extensión e importancia de
sus terrenos, que limitaban con los de las alquerías de Bayna, Finojera,
Casarejos (de la parte de la mar) y
Bollullos. Posibles ruinas de la alquería –o acaso de construcciones
bajomedievales o de la Edad Moderna- son las que Francisco Ciria decía en 1939
que por entonces aún eran visibles “interesantes
cimentaciones en el cerro del pozo”.
12 Sepulcro de doña María Alfonso Coronel (1267-1330) en el monasterio de San Isidoro del Campo, Santiponce (Sevilla), señora de El Puerto y propietaria de la aldea de Villarana en el siglo XIV. / Foto, leyendasdesevilla.blospot.com.
De siempre conformaron las tierras de
Villarana –ya en tiempos romanos- un núcleo agrícola muy relevante,
principalmente dedicado a la explotación cerealística y durante siglos, la
despensa de trigo de El Puerto. Tras la primera repoblación cristiana de sus
tierras, pasaron a manos de los señores jurisdiccionales de El Puerto. Así, se
conoce que doña María Alonso Coronel, viuda de Guzmán el Bueno y propietaria
del señorío portuense, en su testamento, fechado en noviembre de 1330, legó la aldea de Villarana a su hija, doña
Leonor de Guzmán, que a su vez, en 1341, la testó a su hijo Juan de la Cerda y
así sucesivamente, permaneciendo en manos de los Medinaceli hasta el último
tercio del siglo XIX. De antiguo sus tierras (1.081 aranzadas) se dividían en suertes y cuartos: ya en el siglo XV, los cuartos de Hinojal, de Enmedio y de Urraca Alfonso. Este último topónimo
se remonta a los mismos tiempos de la repoblación alfonsí, pues la citada
Urraca Alfonso fue beneficiada en 1268 con 6 aranzadas en Casarejos y
compradora en Santa María del Puerto de dos casas que hasta entonces
pertenecieron a otro repoblador, pero el motivo de su vínculo en la toponimia
de Villarana lo desconocemos. Acaso fuera familiar de Pero Alfonso, alcalde de
Cádiz en tiempos de la repoblación, en la que participó activamente y que en
Villarana recibió dos lotes de tierras.
Bollullos
13 Laguna Salada y cerro de El Barranco, donde se levantaría la alquería de Bollullos. / Foto, J.J.L.A.
A mediados del XIX, el portuense Pedro
J. de Castro ubicó esta alquería –por la mera semejanza del nombre- en el
cortijo de Belludo o Bellúo que se encuentra al este de la laguna del Gallo y
al pie del camino de Balbaina (cerca del centro penitenciario Puerto III), pero
la información vertida en el Libro del
Repartimiento sobre su situación en linde a los términos de Villarana y
Finojera nos lleva a localizarla, aunque sin tener certeza en ello y no
habiéndose conservado el topónimo, hacia la laguna Salada, en el entorno de los
cortijos de Barranco y Pernita, donde prospectamos cerámicas asignables a época
andalusí.
El nombre de Bollullos es de ascendencia
árabe, significando ‘torre pequeña’ (como el onubense Bollullos Par del Condado
y el sevillano Bollullos de la Mitación). Reza en el Libro la existencia de una
mezquita en la alquería y de unas casas anejas: “…en linde de don Tomé, cerca la mezquita, en canto de las casas”. Sus
tierras fueron repartidas a 35 repobladores. Su principal vía de comunicación
era el Camino de los Romanos (la Vía Augusta romana) que enlazaba Al-Qanatir
con Astah (Mesas de Asta, Jerez; la romana Hasta Regia) por en medio del
complejo endorreico de las lagunas Salada, Chica y Juncosa.
Machar
Grasul y Machar Tamarit
14 Marisma de Los Tercios y un antiguo puente abandonado de incierto origen. / Foto, J.J.L.A.
Ambos enclaves andalusíes, que se
repartieron en 1268 conjuntamente con el de Bollullos, limitaban al oeste con
las alquerías de Bollullos y Finojera, al sur con Al-Qanatir y Sidonia y al
este y norte con Jerez, por lo que se infiere que debían de emplazarse en el
entorno de la pequeña marisma de Los Tercios –la laguna que menciona el Libro del Repartimiento-, inmediata a la
falda norte de la Sierra de San Cristóbal y al término jerezano.
15 Casa al pie de Los Tercios que conserva estructuras antiguas, como un aljibe de ladrillos en primer término. / Foto, J.J.L.A.
El nombre genérico de machar es de origen árabe, de la voz maysar, que denomina a las entidades
menores rurales dedicadas a las actividades agropecuarias –al igual que
nuestros cortijos (del latín curticulum)-,
siendo abundantes los ‘machares’ que se distribuían por las campiñas de nuestro
entorno y que han llegado a nuestros días en las formas ‘machar’ y ‘majar’,
como los jerezanos de Macharnudo en la carretera de Trebujena o Majarromaque a
orilla del Guadalete. (En la más que recomendable web entornoajerez –en la entrada Al
encuentro de los cortijos de origen árabe, 1-III-2014- pueden encontrar
estos y otros ejemplos de machares que
fueron identificados por el medievalista Emilio Martín Gutiérrez.)
Machar
Grasul
se situaría al norte de Los Tercios. Su apelativo de Grasul bien podría indicar –como apuntó Virgilio Martínez
Enamorado- que el maysar andalusí fue
fundado y habitado por miembros de la tribu beréber de los Yazula que arribaron a Algeciras en 1086 procedente del norte de
África y que dominaron al-Andalus bajo el poder almorávide (1086-1147). La
presencia de esta aguerrida tribu nómada en tierras gaditanas también dejó su nombre
en la fortaleza Al-Qalat Yazula,
Alcalá de los Gazules.
16 En este lugar de la marisma de Los Tercios creemos que pudo estar Machar Tamarit. Al fondo la Sierra de San Cristóbal. / Foto, web entornoajerez.com.
Más próximo a la marisma de Los Tercios
y al pie de la Sierra de San Cristóbal, acaso en el pequeño cerro de la foto
adjunta o acaso en el inmediato de La Caldera, donde prospectamos materiales
andalusíes, se estableció el maysar o
machar Tamarit (recuerden el Diván del Tamarit de García Lorca, como
se llamaba una finca de un familiar del poeta). El origen del nombre es
incierto, pero lo más probable es que proceda del árabe tarfe (como el nombre morisco de don Álvaro Tarfe del Quijote y del Romancero), que nombra a un
arbusto, el ‘tamarix’ o ‘taraje’ que puebla suelos salinos. Aún aflora sal en la marisma de Los Tercios,
que de antiguo era nombrada donadío de
las salinas –las que menciona el Libro del Repartimiento- y durante siglos fueron
terrenos propios de los duques de Medinaceli. Paraje que en el siglo XVIII
llamaban Hato de la Carne, la dehesa
donde se agrupaban y pastaban los ganados antes de ser conducidos al Matadero
de El Puerto.
Las tierras de Machar Grasul y Machar
Tamarit (que también es apellido judío) fueron repartidas en 1268 a 27
repobladores (dos de ellos, don Samuel y
Valladolid, judíos).
El fin de una época
Antes de
concluir, mencionaremos otro topónimo: el cortijo de los Santos Reyes, situado en una suave altura al sur de la marisma del
Gallo. Desde él, al norte se domina los sitios que ocuparon las alquerías de Grañina, Campix, Fontanina y Poblanina, y al este Finojera. Desconocemos cuándo y porqué
se puso en este lugar tan llamativo nombre –documentalmente sólo lo tenemos
registrado en el siglo XIX-, pero permítannos una licencia y conjeturar si el
nombre alude, desde su bautizo en un tiempo impreciso, a los de la conquista y
repoblación de las alquerías del entorno de la laguna y marisma del Gallo y en
referencia a Fernando III el Santo y a su hijo Alfonso X, los conquistadores de
las tierras de moros en la Baja Andalucía. El topónimo vendría a ser como poner
una bandera en territorio conquistado al Islam, afirmar, también en el nombre,
que comenzaba una nueva época en la campiña portuense; que los tiempos habían
cambiado.
Ciertamente,
con la definitiva conquista cristiana de las poblaciones y tierras de las
campiñas de Isla Cartare en 1264 concluyó una época. El reino castellano impuso
otra organización del territorio, desapareciendo
doce de las trece aldeas hispanomusulmanas que se distribuyeron por el actual
término portuense. Las alquerías de la campiña no tuvieron continuidad tras su
reparto a los primeros repobladores cristianos, explotándose las tierras durante
la Baja Edad Media y la Edad Moderna desde casas de campo y cortijos en manos
de élites económicas y sociales, tal como hizo Roma cuando dominó estas tierras.
En la
próxima entrega haremos memoria de la única alquería que perduró en el tiempo hasta
nuestros días, la que en tiempos andalusíes llamaron Al-Qanatir y Alfonso X bautizó como Santa María del Puerto, ambas sucesoras del Portus Gaditanus que Balbo el Menor fundó a fines del siglo I antes
de Cristo. La continuidad de su
población la determinó el ubicarse a orilla y abrigo de la desembocadura del Lacca romano y del wadi Lakka andalusí, el que los cristianos, al dominar estas
antiguas alquerías de andalusíes, vinieron a llamar con el mitológico nombre de
Leteo, el río del Olvido.
Texto: Enrique Pérez Fernández y Juan José
López Amador.
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